Cada año explico a mi alumnado de Enfermería cómo se adquiere un hábito y que justamente se ha mostrado que se tarda 21 días en ... adquirirlo. 21 días para se formen nuevas conexiones neuronales que lo hagan una ruta accesible. 21 días para que deje de costarnos ese esfuerzo que, algunas o muchas veces, nos tienta para dejarlo y volver a pensar que tampoco estábamos tan mal antes.
A partir de los 21 días primeros de realización de una conducta, al surgir el hábito, esas pautas de comportamientos empiezan a automatizarse, a costarnos menos esfuerzo cognitivo, a generar estrategias de adaptación, y por supuesto, a desgastarnos menos emocionalmente. Así sucede cuando queremos dejar un hábito nocivo, como dejar de fumar, o promover una conducta saludable: después de los primeros 21 días, nos costará menos. De hecho, hay abundantes programas de cambio de conducta o libros de autoayuda para adelgazar o dejar de fumar, hacer ejercicio, etc. en 21 días. Incluso, algunos programas televisivos no muy lejanos en el tiempo, se basaban en esta premisa para mostrar las penurias de una persona adaptándose a roles y tipos de vida no convencionales durante 21 días, entendiendo que el día número 22 ya no sería tan costoso.
Ya llevamos 21 días de confinamiento, y quizás, sea hora de valorar qué hábito es el que estamos aprehendiendo en estos días. Se oyen voces sobre lo que estamos valorando que no hacíamos antes, lo nuevo que estamos aprendiendo, lo que nos estamos adaptando, e incluso las estrategias nuevas que estamos desarrollando. Y es cierto que ante situaciones novedosas (y quizás extremas en muchos casos), para las que no hemos sido preparadas (de hecho, es la primera vez en la historia, en la que tantas personas han de estar aisladas de otras para su supervivencia), las personas desarrollamos todo tipo de estrategias. La cuestión es que en la mayoría de las ocasiones no son estrategias valoradas bajo una toma de decisiones acertada, sino que son producto del método más antiguo que existe: el ensayo-error. No quiero decir con esto que todo lo que hayamos empezado a hacer no valga, sino que quizás, valorar con qué nos queremos quedar y qué nos gustaría instalar de nuevo, podría ser más recomendable. Entre las posibles conductas o estrategias a valorar propongo las siguientes sugerencias.
1) Date cuenta de que «tu vida de antes» ahora no está, por lo que no intentes meter todo lo que hacías antes con calzador en tu día a día actual. Por ejemplo, si tienes hijos o hijas en edad escolar, habrá muchos requerimientos de su parte, que no te permitirán concentrarte de manera plena en tu teletrabajo (si es el caso), y estar enfadada o enfadado todo el día no te ayudará a avanzar ni a sentirte mejor.
2) Haz tareas definidas en espacios de tiempo breves, máximo de 45 minutos. De esta manera, cuando pase ese tiempo y antes de ponerte con la siguiente tarea, podrás revisar cómo va todo, atender preguntas o necesidades del resto de familiares, y prever otras actividades para que los próximos 45 minutos sean de nuevo sin interrupciones.
3) Incluye en tu horario actividades de todo tipo, como ejercicio físico, higiene, limpieza del hogar, trabajo y ocio. Incluye en todas las que puedas al resto de personas con las que convives. Es un buen momento para que los niños y las niñas aprendan o refuercen que el hogar es cosa de todos, como también lo pueden ser los espacios de recreo y desfogue físico.
4) Ve noticias, pero sin estar conectado continuamente. Entre los resultados que en estos días estamos analizando en nuestro grupo de investigación, hemos comprobado que estar excesivamente informado aumenta el estado de temor, con las correspondientes consecuencias que tiene esto en nuestro sistema inmune. Intenta conectarte todo lo que puedas al buen humor para conseguir el efecto contrario.
5) Realiza actividades que se han demostrado que mejoran nuestra salud mental, como tocar algún instrumento, cantar, o realizar alguna actividad artística.
6) Conéctate con otras personas y realiza algún tipo de tarea altruista, como ayudar a personas mayores a realizar su compra, o de hablar con ellos por teléfono o por los balcones. El momento de salir a los balcones a aplaudir estaría dentro de este tipo de tareas de promoción de nuestra salud mental.
Por último, si comienzas a sentir hastío y desbordamiento por el confinamiento, piensa que estás actuando en pro de tu responsabilidad social y que con tu acción estás ayudando a tus conciudadanos. En un estudio muy reciente realizado en EEUU se encontró que la mejor motivación para quedarse en casa durante el estado de alarma era usar razones deontológicas o de responsabilidad social, frente a argumentos utilitarios o sobre las virtudes de la paciencia. Resulta muy interesante, tal y como se ha concluido en otro estudio también de esta semana pasada en Copenhagen, que las personas que muestran mayor interés en los demás, son más tendentes a sentir ansiedad y empatía, pero menos a saltarse la norma y salir de casa. Las personas que sí lo hacen, suelen mostrar puntuaciones altas en lo que se ha denominado el «factor oscuro» que no es otra cosa que desear tus propios intereses a expensas de los demás.
Vamos a tener otros 21 días para adquirir nuevos hábitos, así que, en este punto, podemos elegir y mejorar las conductas que queremos en nuestras vidas actuales.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión