Diario de un confinado VI
El Poyete ·
No nos pueden tratar como la mercancía de temporada que no se pudo vender este invierno por culpa del confinamientoQué raro lo de la nueva normalidad. Me siento como Winston acechado por el gran ojo de mis hermanos. Me hacen parecer una colilla apurada ... hasta el filtro. No me gusta ese concepto tan orwelliano que nos espera detrás de cada fase desescalada. Nueva normalidad, novedad normal. El descenso ha desaparecido. Ahora los picos de las cimas son curvas amesetadas. Ser normal será ser nuevo y lo raro antiguo y extinción. Por mucho que retuerzan el lenguaje lo que está ocurriendo les está metiendo en el juicio de la historia y cuando la normalidad deje de ser nueva y podamos enterrar a todos nuestros muertos, tendrá su veredicto y no parece que sea el mejor si continúan empecinados en discutir si el coronavirus es galgo o podenco. Al final los perros terminarán devorándolos y esos canes de la intolerancia vendrán para quedarse. Los sabuesos del odio que han soltado morderán como lo han hecho tantas veces por culpa de la miopía partidaria. La nueva normalidad puede ser muy siniestra si se confunden de adversarios. Ojalá que se desconfinen, se descompriman y se desescalen de manera fluida y sin brusquedades. Que la forma de hacer política no sufra mal de bajura y remonte el vuelo.
Más información
Tener un carnet no te hace superior a los demás, no tenerlo tampoco. Mucho se habla de la inmunidad de rebaño para protegernos del Covid-19 y también de la necesidad de inmunidad colectiva al torrente de mensajes falsos y mentirosos que nos inundan y que, aprovechándose de lo que está lloviendo, quieren desviar la corriente hacia otros prados. La nueva normalidad no debe pasar por ahí.
Llevamos 47 días de balcón. Dos meses de darle patadas a un rollo de papel higiénico. Sesenta días de hacer pasteles caseros en nuestras cocinas convertidas en tahonas. Dos meses de ponerse al día en las nuevas tecnologías, en la compra por la red, en el uso de las videollamadas y que es posible trabajar sin ir al trabajo. Dos meses de echar de menos lo más simple y sencillo. Sesenta días que no nos han cambiado tanto, seguimos siendo los mismos que nos hemos encontrado mil pesetas en el bolsillo del chándal cuando lo rescatamos para salir a pasear después del encierro coronavírico. Seguimos siendo los mismos de antes de la enfermedad y debemos ser los mismos que no debemos permitir que entre todas estas toses, líos de mascarillas, extravío de respiradores y camas de UCI nos metan un gol en la portería ahora que no hay público en las gradas. Estemos vigilantes. No nos pueden tratar como la mercancía de temporada que no se pudo vender este invierno por culpa del confinamiento. No somos jerseys de cuello vuelto para estrenar en agosto. La nueva normalidad no será ni nueva ni normal, pero sí muy jodida. Tanto que no es necesario que en su juego de tronos la jodan más todavía.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión