Las cifras que va a usted a leer aquí hoy, seguramente, van a estar desfasadas. Pero 24 horas antes de que este periódico llegue a ... sus manos, son aquellas de las que dispongo. 6000, 2.400 y 1.500. No son solo cifras, se trata de personas, cada uno de estos números representa una persona. 6.000 las que, hasta esta escritura, habían llegado a Ceuta desde Marruecos de modo ilegal, a nado, a través de la playa del Tarajal, 2.400 las que habían sido devueltas y 1.500 menores.
Así, una desbandada de seres humanos empujados hacia territorio español o invitados, a saber qué verbo tenemos que emplear para informar sin que nuestras palabras afecten a la diplomacia. El ministro de Interior, Grande Marlasca, comparecía ayer martes en la televisión pública sin aclarar ninguna de las cuestiones que se le formulaban, pero aprovechando cada tiempo de respuesta para trasladar calma a las poblaciones de Ceuta y Melilla e insistir en la idea de que las relaciones con Marruecos son estupendas y en que, durante los últimos tres años, las actuaciones y conversaciones sobre temas migratorios entre ambos países han sido fluidas y colaborativas por ambas partes. Mientras, Juan Jesús Vivas, presidente de la Ciudad Autónoma calificaba de «invasión» esta llegada masiva a Ceuta, Marlasca insistía en que, pese a tratarse de una situación extraordinaria, es una crisis migratoria más de las que se vienen produciendo los últimos años. Ambos expresándose sobre el mismo asunto casi a la vez, aunque por cómo lo abordaban pareciera que se trataba de hechos diferentes. A esa misma hora partían hacía el continente africano 200 efectivos policiales, 50 de ellos pertenecientes a la Guardia Civil, y se articulaban acciones conjuntas entre las distintas Fuerzas Armadas.
La diplomacia y la información, difícil tándem. Y más complicado aún alcanzar el justo equilibrio entre el bien común y la transparencia. Las distintas voces no se hacían esperar, la Red Española de Inmigración y Ayuda al Refugiado pedía el traslado a la península de los 2000 menores –la cifra cambia– en un comunicado, a la vez que solicitaba: «No se cometan los mismos errores que en Canarias –la población marroquí– está siendo instrumentalizada dentro de una pelea entre estados».
Mientras tanto, aumentaban en volumen las consignas xenófobas de ciertos grupos que aprovechaban la situación para cacarear una estrategia marroquí de invasión del país, las redes sociales ardían y más de uno salió a la calle «a ver qué pasa». Miedo y confusión.
Todo apunta a que se trata de un movimiento de Marruecos en respuesta a la acogida hospitalaria que, en Logroño, se le dispensa desde hace días a Brahim Ghali, jefe del Frente Polisario. La ministra de Asuntos Exteriores, González Laya, recalcaba a la revista 'Jeune Afrique' que España mantiene su compromiso solidario y humanitario y que esto no debía interferir en las relaciones diplomáticas con Marruecos que, por su parte, advirtió hace días de las consecuencias de esta «acogida».
Lo que faltaba en este país eran las arengas xenófobas, yo sigo creyendo que España piensa, que tiene criterio y sabe, y España somos usted, yo y la vecina de Ceuta.
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