Deshacer agravios y enderezar tuertos en nuestra Comunidad Autónoma
Tribuna ·
Creo que se habla de Granada de manera frívola, tal vez por su parquedad de alegrías de superficie, por su tendencia a la austeridad e interioridad, y también por su apocamiento a la hora de reclamar y mostrar su legítima ufaníajosé garcía román
Viernes, 29 de noviembre 2019, 23:13
Entre las sombras de nuestra autonomía hay dos que destacan con fuerza: la del desequilibrio y la del nuevo centralismo llamado «pesada carga» para así ... solicitar compensaciones en forma de subvenciones e inversiones; un centralismo que la mayoría de los ciudadanos no había contemplado en aquel referéndum. En artículos de prensa se ha mostrado extrañeza por las dudas manifestadas sobre la legitimidad de Sevilla, elevada a la categoría de urbe, como capital natural de Andalucía, poniéndose el acento en su ejemplar progreso, compendiado en la Isla de la Cartuja, heredera de la Expo'92, que alberga 500 instituciones, con un proyecto de vanguardia gracias a Endesa que ha diseñado un programa de sostenibilidad renovable al 100% para 2025.
Relumbran hoy especialmente la avaricia y la locura del insaciable movimiento de la autonomía catalana con altísimas dosis de agresividad hacia el resto de España. La degradación provocada por ansias incontenibles, tsunamis democráticos, injustos conciertos económicos, contestadas transferencias, dobles lenguajes y traiciones de gobiernos campa por sus fueros. Es sabido que el mapamundi está hecho a fuerza de guerra y paz, de corrimiento de fronteras, pese a que algunos países, comunidades y territorios solo mantengan viva su memoria selectiva, una vez arrancadas las páginas que hayan podido perturbarles o sonrojarles, u obstaculizar sus objetivos. Las regiones, las comarcas o las provincias suelen ser diseños artificiales aunque influyan los factores económicos, lo étnico, el cultivo de las ideas, el lenguaje, las tradiciones, la vecindad. Lo cierto es que son resultados de pactos y acuerdos. Todos los días se conquista o reconquista algo, por lo que unos ganan y otros pierden.
Los pactos tienen fecha de caducidad si no se cumplen las condiciones que los originaron. Abrazos de hoy, rechazos de mañana. Tantas veces la cercanía es lejanía, y viceversa. Aunque es verdad que las distancias suelen limar aristas y generar ilusiones. Por eso hay quienes piensan que es necesario revisar acuerdos y valorar susceptibilidades ocasionadas por agravios y desidias, pues una mayoría puede anular lo que otra decidió.
Los vestigios del milenario Reino granadino permanecen hasta que Javier de Burgos propone un mapa, discutible para algunos; pero doscientos años de mapa provincial y cuarenta de autonomía no son argumentos suficientes de realidad inmutable ya que existen otras razones que seguramente expliquen por qué Granada y su territorio no han conseguido el objetivo deseado, al mismo tiempo que se despejan caminos y se eliminan obstáculos para conseguirlo.
Tras la desaparición del Reino de Granada mediante decreto de 1833, el historiador Miguel Lafuente Alcántara dice que «las cuatro provincias de Almería, Jaén, Málaga y Granada, sometidas a la jurisdicción de la Audiencia y a la autoridad del Capitán General de esta misma ciudad, pueden designarse con el nombre genérico de granadinas». En 1898 Ángel Ganivet dice: «Declaro que Andalucía políticamente no es nada, y que al formarse las regiones habría que reconocer dos Andalucías: la alta y la baja; el mismo Pi y Margall, en 'Las Nacionalidades' las admite».
La Sociedad Económica de Amigos del País manifiesta en 1932 que con el pretendido Estatuto «se pone de relieve el desconocimiento de la realidad étnica, geográfica y económica», y además «no tiende hacia la descentralización sino a la centralización de Sevilla», opinión compartida por la Cámara de Comercio. Blas Infante propuso «residenciar a las provincias disidentes» ante la respuesta expresada en 'La conveniencia o no de formar parte de la Mancomunidad Andaluza', ponencia presentada por el Ayuntamiento de Granada que delegó en sus concejales Manuel Fernández-Montesinos (PSOE), Luis Fajardo (Izquierda Republicana) y Carlos Morenilla (Acción Granadina), en la que se subrayó que «en Andalucía no se siente y ni concibe el espíritu regional con las características diferenciales requeridas para constituir una sola región». Entre gritos de «fascistas» y «burgueses» a los opositores, éstos abandonaron la Asamblea. Antonio Barragán, profesor de la Universidad de Córdoba, opina que la «falta de una conciencia andalucista, unida a cierta posición de indiferencia, cuando no hostil de gran parte de los partidos y sindicatos, explican este deseo frustrado a lo largo de la II República de la aspiración autonomista». Los centralismos, cuya misión es comportarse como esponjas –no es posible 'competir' con una ciudad a la que le ha tocado el 'gordo' de la lotería política varias veces–, propician que se despierten reivindicaciones dormidas.
Creo que se habla de Granada de manera frívola, tal vez por su parquedad de alegrías de superficie, por su tendencia a la austeridad e interioridad, y también por su apocamiento a la hora de reclamar y mostrar su legítima ufanía. Sería muy conveniente plantear debates para analizar lo que granadinos de la ciudad y la provincia demandan desde el anhelo de recuperar su genuina memoria, asimilando el alimento que les dé fortaleza y les haga crecer en sus aspiraciones a la vez que prestan oído a este consejo: «Es una locura renunciar a todos tus sueños sólo porque uno de ellos no se cumplió».
El periodista Antonio Burgos dijo que Sevilla en su generosidad desde el siglo XVIII «le prestó al Reino de España todos los signos de identidad que tenía en tanta abundancia, que le sobraban». Seguramente Granada ni quiere préstamos ni vivir de prestado. Sí progresar desde su peculiar forma de ser, respetada y respetuosa, soñando despierta con su símbolo entronizado en el Escudo de España: una nueva Granada.
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