«Vivir entre las cosas, mientras que el tiempo pasa –cada vez menos tiempo para las mismas cosas–» (…).
Rafael Juárez
Los años parecen pasar cada ... vez más deprisa, aunque el calendario tenga los mismos días siempre. La sensación es la de que el tiempo acelera a medida que va pasando. Pasa rápido el tiempo, sí, aunque, en ocasiones, la vida se enlentezca y los relojes parezcan pararse. («¡Qué corta es la vida y qué larga se hace a veces!»).
Los humanos hemos fraccionado el tiempo y pensamos que es él el que transcurre, pero somos nosotros, es nuestra vida la que va pasando. Sin darnos cuenta o dándonos, se nos va yendo, como viento que no regresa, como agua que se escapa entre las manos. Al hablar del tiempo, los griegos distinguían entre el cronos y el kairós. El primero se usa para referirse al tiempo cuantitativamente hablando, en tanto que kairós sería el tiempo en el que sucede algo importante. Ojalá que predomine en nuestra vida este último, tiempo de calidad, ocasiones para sentirse vivos plenamente. Porque el tiempo no es un bien de consumo. «El tiempo es oro», se ha dicho siempre. Pero, sobre todo, como dijo José Luis Sampedro, «el tiempo es vida» y en él nos va y se nos va la de cada día. Por eso hay que aprovecharlo. Porque sabemos que, como dice un conocido salmo bíblico, «el hombre es semejante a un soplo; sus días son como la sombra que pasa». Eso hace que cobre valor este aquí y este ahora: el presente, como el verdadero y el mejor regalo. De ahí que no esté de más desear y desearnos tiempo, como en el poema 'Ich wünsche dir Zeit' (Te deseo tiempo) de la alemana Elli Michler, y hacer caso a la poeta Irene Sánchez Carrón cuando dice: «Gocemos todo aquí,/si puede ser ahora,/lo presente y concreto,/lo seguro y lo cierto (…)».
Un año que empieza se presta a hacer propósitos y puede traer oportunidades de hacer cosas que nunca se han hecho, de ver lo que no se ha visto. Hay que huir de la sensación de estar de vuelta de todo. No. Toda la vida es ir hacia lo nuevo y lo desconocido. Ya decía Antonio Machado, por boca de Juan de Mairena, que «los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas son los que no han ido nunca a ninguna parte. Porque ya es mucho ir; volver, ¡nadie ha vuelto!».
En mente podemos tener algunos planes para este año, pero, normalmente, es el azar el que marca el paso de los días. Por eso, aunque no está de más hacer proyectos, es preferible vivir el momento, siempre abiertos a lo que venga, sin pensar que lo hemos visto todo y nada puede haber ya que nos sorprenda. Porque no es así. La vida no se deja programar y sorprende con frecuencia. Es imprevisible. Ahí reside su grandeza. También ahí la incertidumbre que nos genera. Y, sin embargo, pese a no saber qué traerá el año recién empezado, conviene abrirle a sus días la puerta de par en par, esperanzados, para que entre por ella todo lo bueno que nos aguarda, mientras nos deseamos tiempo para disfrutar la vida y, especialmente, lo mejor de ella.
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