La política española vive una profunda zozobra, por los duros enfrentamientos del PP. Los protagonistas de esta lucha proceden de las Nuevas Generaciones. En estas ... ramas juveniles de los partidos, muchos aprenden la baja política, basada en conjuras, zancadillas, afán de poder, dogmatismos… ¡Qué grave error! La política se aprende en contacto con la realidad; preparándose, con esfuerzo, para un trabajo; ejerciéndolo; y siendo buen profesional. De ahí hay que sacar a los líderes políticos.
Casado ha cometido muchos errores: ha pretendido emular a Vox para no perder votos; desprecia al Gobierno de España, considerándolo ilegítimo; ha facilitado la extinción de Ciudadanos; su oposición ha sido de tierra quemada, cuando debería haber mostrado altura de miras en la pandemia (solo colaboró al principio), en los fondos europeos, en la renovación del CGPJ, y en la reforma laboral, cuya postura ha deslegitimado a los agentes sociales; pero, el error más grave fue convocar elecciones en Castilla y León, buscando mayoría absoluta, para resolver su lucha de poder con Ayuso, y dar un paso más hacia la Moncloa. Además, Ayuso, se erigió, desde el principio, como la líder de la oposición a Sánchez, dejando a Casado en un lugar subalterno.
Desde el mes de septiembre, la cúpula del PP conocía los manejos de Tomás Díaz Ayuso, y ha pretendido utilizarlos como arma arrojadiza para que Ayuso no se presentara a presidenta del partido en Madrid. Tras las elecciones de Castilla y León, viendo que Casado ha quedado muy débil (queda a expensas de Vox), el tema lo ha sacado a la luz la presidenta de Madrid.
El jueves pasado, Ayuso arremetió duramente contra Casado; y, Egea, dos horas más tarde, manifestó que se le abriría un expediente informativo. El viernes, entró al trapo Casado, y, en una entrevista en la Cope, afirmaba: «La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas (diarias), se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros de beneficio por vender mascarillas», además de hablar de «tráfico de influencias» de «posible testaferro» y de «practica poco ejemplar». Ese mismo viernes por la tarde, viéndose abandonado por varones y militantes, se citó con Ayuso en calle Génova, y, tras la reunión, calificada por Ayuso de «infructuosa», Casado afirma sentirse satisfecho con las explicaciones dadas, y le retira el expediente informativo.
Con este cierre en falso del problema, Casado sale desautorizado de la crisis, y Ayuso bajo sospecha de corrupción. La crisis, retransmitida en directo, pretenden pararla exigiéndole a los espectadores un acto de fe: ni hubo espionaje, aunque Ayuso lo corrobora; ni hubo corrupción, aunque ni Casado ni Ayuso han presentado pruebas. En una situación de máxima debilidad, la actitud más digna de Casado es dimitir. Ayuso, al margen de lo que diga la justicia, queda marcada por prácticas indignas de un mandatario público. ¿Se le perdonaría esto a Sánchez, si el comisionista hubiera sido su hermano?
Esta situación política es un duro golpe para el PP, pero también lo es para España. Muchos de sus votos pasarán a la extrema derecha, y este país será un poco más ingobernable, con un partido radical reforzado, que solo pretende destruir lo que hay, y anclarnos en épocas pasadas de aislamiento, segregaciones y servidumbres.
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