Una deplorable pifia
Puerta Real ·
El día en que vino Sánchez a abrir la precampaña, a un refugiado kurdole tocó la china y a Granada le toco,una vez más, hacer el ridículoEsteban de las Heras
Domingo, 13 de octubre 2019, 02:06
En la vida, en cualquier profesión, se puede hacer casi todo menos el ridículo. Y ha vuelto a ocurrir en Granada. ¿Dónde si no? El ... miércoles nos desayunamos con la noticia de que había sido detenido un terrorista kurdo en el hotel donde iba a dar un mitin Pedro Sánchez. No sé cómo andan el ministerio del Interior y la subdelegación del Gobierno en el tema de comunicaciones, pero la eficacia y la rapidez no son su fuerte, ya que tardaron un día entero en deshacer el entuerto.
Resultó que a Nasir Tur, un profesor kurdo, con estatus de refugiado y residente en Austria, se le ocurrió venir a Granada y héteme aquí que unos sagaces 'polis' detectan que el menda es un 'peligroso terrorista' porque el presidente turco Erdogan le ha incluido en su lista de 'enemigos públicos' como a otros muchos de esta etnia por el 'gravísimo' delito de haber participado en una manifestación del Partido de los Trabajadores Kurdos. Ni cortos ni perezosos, los policías detienen al buen hombre, que se pasa en la trena el día que había destinado para visitar La Alhambra. A la mañana siguiente el juez Ismael Moreno le pone en libertad sin medidas cautelares.
Antes de seguir comentando la pifia, es bueno saber que ser kurdo en nuestro tiempo es una de las mayores tragedias que imaginarse pueda; es una auténtica maldición de los hados. Los kurdos forman uno de los pueblos más apaleados por la mala suerte en los últimos cien años. Aparte del capricho del destino, infausto y cruel, también contribuyeron a ponerles la vida difícil ingleses y franceses durante su etapa colonial en la primera mitad del siglo XX. Pero ahí están los tíos, aguantando el chaparrón que les viene por los cuatro puntos cardinales desde la caída del Imperio Otomano y desde antes. Cualquier paisano medianamente informado sabe que los kurdos se han batido el cobre contra los yihadistas –esos cabrones sí que son malos– en la guerra de Siria; sabe también que en numerosas ocasiones, durante este demencial conflicto de intereses espurios y mil aristas, los soldados kurdos –los llamados peshmergas– han sido el salvavidas para los pocos cristianos que todavía mantienen viva su fe en medio de ese laberinto de creencias y odios que manan en el polvorín de Oriente Medio; entre ellos, la minoría cristiana asiria, que habla el arameo, la lengua en el que predicó sus mensajes Jesús, el hijo del carpintero de Nazaret. Hay que echarle mucha fe y muchos riles para ello. Ese ciudadano medianamente informado sabe asimismo que fueron los kurdos quienes apresaron a Sadam Husein y que su participación fue decisiva en la captura de Osama Bin Laden. Se pueden decir más cosas, pero creo que esto es suficiente para hacerse una somera idea de quienes son estas criaturas a las que se les niega una tierra donde establecer su estado. Y por supuesto, como ocurre en todos los rincones de la tierra, entre ellos habrá buena gente y gente menos buena.
El caso es que después de ser unos eficaces aliados para los norteamericanos, después de haberse batido a fondo en la endiablada y compleja guerra de Siria, el señor Trump les acaba de decir que 'ya no les ajunta' y se han quedado más solos que los de Tudela ante las tropas de Erdogan, que les tiene una especial inquina porque también a él le tocan de vez en cuando las perendengues. Al presidente turco le ha faltado tiempo para enviarles obuses desde el minuto uno en que Trump anunció que se retiraba del avispero. Y como las cosas hay que dejarlas bien rematadas, Erdogan amenaza además con 'abrir las puertas' a cerca de cuatro millones de refugiados sirios para que entren sin control en la egoísta, amilanada y carcomida Unión Europea, si no apoya su actuación.
Volviendo al aciago día en que al infeliz turista se le ocurrió venir a Granada y hospedarse en el mismo hotel de la Ronda Sur en el que iba a echar un rato el presidente en funciones del Gobierno prometiendo subir pensiones, rebajar peonadas y todas esas cosas que les gusta decir a los candidatos en sus mítines ya que nos toman por primos; volviendo –digo– a ese infausto día en que al profesor kurdo le tocó la china y a Granada le tocó el ridículo, hay que colegir que alguien, para apuntarse la medalla, hizo pública la detención y metió la pata hasta más arriba del corvejón. Vamos que esto lo cogen los Ozores, Pajares y Esteso en sus buenos tiempos y nos dan con toda seguridad hora y media de carcajadas a mandíbula batiente en todos los cines de las diecisiete comunidades autónomas, más Ceuta, Melilla y Gibraltar.
Cuando la ética y la estética se paseaban todavía por aquí, lo pertinente en estos casos era que la subdelegación del Gobierno pidiera públicas disculpas al viajero y, para que se le pasara el mal rato por haberle chafado las vacaciones, regalarle media docena de piononos, amén de pagarle el hotel y la visita guiada a La Alhambra a cuenta del ministerio del Interior. Pero no se vislumbran muchas ganas de enderezar el entuerto. Tampoco creo que el profesor cuando regrese a Viene se dedique a contar maravillas de nuestra tierra.
En su descargo, los responsables del arresto dicen que había una orden internacional contra el kurdo dictada por Turquía y, obedeciendo a la norma, procedieron a su apresamiento. Nada que objetar, excepto que también anda por Europa una orden de detención contra Puigdemont y sus mariachis y ningún país de la UE ha hecho puñetero caso a tal decreto. Y creo que somos algo más demócratas que los turcos.
En fin, que todo es posible en Granada.
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