Hay cuestiones importantes y otras que lo son menos o que, incluso, son prescindibles. Los pueblos desarrollados han perdido el sentido de la necesidad porque ... llevan casi ochenta años con las 'necesidades' cubiertas.
Los salarios hasta hace cuatro años podían ser pequeños pero el paro, el PER, el ERTE, los seguros, la sanidad o sea lo que supone el Estado socialdemócrata de derecho funcionaba más o menos bien, la inflación contenida y eso sí, una progresiva 'degradación' de la oferta de empleo juvenil con todas sus consecuencias.
Hay muchos europeos que ya no recuerdan lo que es tener necesidades pero que tienen muy claro el ámbito de sus libertades. Y no sólo son conscientes de ellas, sino que se inventan otras que, además, las tienen y defienden como si fueran fundamentales a capa y espada, a vida o muerte.
Unos crean organismos para defender los derechos de los ríos como sujetos jurídicos, otros, declaran la importancia de elegir el sexo a los doce años, otros se pirran por decir que lo que dicen no lo dicen, sino que lo quisieran decir. Todo ello con una flagrante prevaricación e incumplimiento de las leyes tanto las ordinarias como las fundamentales.
A la historia, como al campo, le llegan verdes y maduras, catástrofes, guerras y períodos más o menos largos en que el historiograma parece dar plano y que no pasa nada.
No hace falta decir que, aunque el CIS lo ve todo de color de rosa, los ciudadanos, no ven nada porque en poco tiempo el 'casteller' se les ha venido encima.
El mismo hecho de que el Poder Judicial en bloque esté en SOS permanente subraya que cuando falta la mantequilla y el solomillo es difícil mantener los más esenciales elementos de la democracia.
En todos los países la tendencia a gobiernos fuertes es como echar las campanas al vuelo anunciando que hay mucha humareda y que debe estar cerca el fuego. No es que incitemos al miedo, es que tenemos miedo porque entre los impuestos, la inflación y la incertidumbre el dinero ya no vale nada.
La idea que conviene poner encima de la mesa es que la libertad no es el arbitrio del que anda sobrado sino la lucha por superar y vencer la necesidad. Dicho de modo más crudo si cabe: No ganaremos nuestra libertad sin luchar unidos por vencer la necesidad. Tenemos en ese patrón dos modelos humanos: el del inmigrante y el del deportista.
Para que la necesidad funcione como cebador de la libertad debe ser consciente, debemos sentirnos mal de verdad porque el dolor moral es el estímulo más fuerte para salir de él.
Por eso el catastrofismo debe convertirse en conciencia de catástrofe para que Europa empiece a funcionar.
Si no se cree en la democracia y en las responsabilidades que conlleva, os dará miedo que los jueces elijan a los jueces, y que dentro de dos años se hayan permitido una serie de medidas legislativas y administrativas claramente inconstitucionales.
Si Europa hace oídos sordos a todas estas cosas es porque ve levantarse por todas partes enanos olvidados que aún creen que hay cosas que están bien y otras que están mal y otras que son ya putrefactas.
Cuando el poder dice sentirse perseguido por aquellos mismos poderes que le sostienen, se comporta como la dama ofendida que aún ni se ha dado cuenta de que está desnuda.
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