La palabra demagogia ha sufrido tanto por su utilización indiscriminada que parece que hubiera perdido su significado original. Demagogia es un concepto de origen griego ... que tiene dos elementos. La primera parte del término es un sustantivo, 'demos', que, para lo que aquí nos atañe, significa 'pueblo'. La segunda parte de la palabra es el verbo 'ago', que significa 'conducir', de modo que, etimológicamente hablando, demagogia significaría 'conducir al pueblo». Así, el demagogo sería aquel que querría conducir al pueblo. La imagen que mejor encaja con esta idea es, para mí, la del pastor que pretende conducir al rebaño al redil que más le conviene. Con esta metáfora el pastor sería el demagogo.
La primera vez en la historia que apareció el concepto de demagogia fue en el año 424 a. C. en una obra del comediógrafo ateniense Aristófanes titulada 'Los caballeros'. Inicialmente, Aristófanes no acuñó el concepto para que tuviera un sentido peyorativo, simplemente trataba de referirse a aquel político que pretendía dirigir o conducir al pueblo, de ahí la metáfora del pastor. Sin embargo, con los tremendos avatares que sufrió la democracia ateniense desde finales del siglo V a. C. hasta la mitad del siglo IV a. C., cuando la ciudad perdió su autonomía política a manos de los macedonios, el concepto de demagogia se irá cargando de tintes negativos hasta que Aristóteles ya lo sitúa como el peor enemigo de la democracia y una de las perversiones de las formas de gobierno.
El demagogo emplea el populismo y la mentira como herramientas políticas. Su interés se centra en atraerse a la mayor cantidad posible de personas para que lo apoyen y, para ello, suele ofrecer soluciones aparentemente simples a problemas complejos sin pararse a pensar en si lo propuesto sería realmente beneficioso o factible. La demagogia, unida a la carencia de elementos de pensamiento crítico en el sistema educativo, es una de las amenazas más graves para la pervivencia de las democracias liberales. Eso ese lo que ya trató de advertirnos Aristóteles hace veinticuatro siglos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión