Dejarse ganar
Editorial ·
La manipulación lucrativa de una competición, además de incumplir la ley, defrauda la buena fe de miles de seguidoresMartes, 28 de mayo 2019
La detención de hasta once futbolistas, del presidente del Huesca y del responsable médico del club, en el marco de una operación dirigida por el ... juzgado de instrucción número 5 de aquella jurisdicción –que procederá a tomar declaraciones mañana jueves– y la Fiscalía Anticorrupción se remonta a una denuncia inicial de La Liga, presentada ya hace un año. Tras lo que denunciantes e instructores fueron percatándose del desarrollo irregular de algunos encuentros de Primera y Segunda División, Segunda B y Tercera, tanto en esta como en la anterior temporada. La sospecha de que se hubieran amañado partidos para favorecer a determinados apostadores apunta a la complicidad entre jugadores de fútbol actuales o retirados de ambas categorías y a directivos, al constatar que un encuentro de Segunda (probablemente el Huesca-Nástic) había generado catorce veces más apuestas que las habituales.
Destacando en las pesquisas judiciales el transcurso del partido entre el Valladolid y el Valencia de la última jornada, a causa de las extrañas pérdidas de balón de jugadores locales. Los registros realizados en Madrid, Málaga, La Coruña, Valladolid y Huesca y las detenciones practicadas podrían dar lugar a otras más. Sobre los investigados pesan los tipos penales de pertenencia a organización criminal, corrupción entre particulares y blanqueo de capitales. Pero la manipulación lucrativa de una competición que apela a la inocencia del juego, que trata de despertar la ilusión de miles de conciudadanos 'por sus colores', merece además un severo reproche moral.
Porque lo que se amaña no es solo el resultado de un partido mediante el viejo tongo de dejarse ganar, o sorteando las incidencias más nimias del mismo entre los apostantes; lo que se defrauda es la buena fe de miles y miles de seguidores, y de niños y niñas que albergan entre sus sueños la esperanza de jugar a fútbol al más alto nivel, o de hacerlo en el tenis u otra disciplina. Resulta incomprensible que haya directivos y exjugadores prestos a trucar a cambio de un fajo de billetes la confianza depositada en ellos o el reconocimiento que haya despertado su talento deportivo; y que haya jugadores en activo dispuestos a aceptar sobornos que entierran su oficio al infringir nada menos que el reglamento penal. Ninguna peripecia personal puede justificar semejante falta. Por lo que las entidades concernidas, el mundo del fútbol y el del deporte en general harían bien en no echar balones fuera. Aunque respetando la presunción de inocencia, clubes y deportistas deben condenar públicamente y sin reservas la comisión de tales trampas; y, por supuesto, han de elevarse los controles para impedir que sigan cometiéndose.
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