«¡Dejadme solo!»
El día que Salvador fue investido alcalde de carambola con 4 de 27 concejales fue consciente de que le sobraban todos los demás
Manuel Pedreira
Granada
Sábado, 12 de junio 2021, 01:17
Habrá un día, y ese día puede llegar mañana o dentro de dos años pero llegará, en que Luis Salvador pronunciará la frase con la ... que borrará para siempre la mácula de haber nacido en Córdoba y con la que entrará por la puerta grande en la granadinidad más absoluta por los siglos de los siglos. La pronunciará entre dientes cuando pasee por la calle Alhamar, o por la avenida de Cádiz, o por la calle Molinos o por la alquería de El Fargue, sumido en la inexorable carrera hacia un anonimato absoluto y cruel. La frase sonaría chabacana en otros labios pero en los de un granadino constituye un rasgo de autenticidad. Dejémonos de preámbulos, la expresión es la siguiente: «Y pensar que toda esta ciudad la hemos gobernado mi polla y yo».
Luis Salvador está a un paso de conseguir el objetivo con el que llegó al cargo pero le frena aún la permanencia a su lado de José Antonio Huertas, gesto que solo puede interpretarse como una traición disfrazada de lealtad. El día que Salvador fue investido alcalde de carambola con 4 de 27 concejales fue consciente de que le sobraban todos los demás y puso en marcha un proceso de demolición que está a punto de concluir.
«¡Dejadme solo!», grita el torero valiente cuando, en un momento de apuro, la cuadrilla sale disparada del burladero a socorrer a su matador «¡Dejadme solo!», grita el de Ciudadanos –antes del PSOE, mañana chi lo sa?– Y ha convertido el viejo convento del Carmen en un fuerte cercado por los indios peperos y sociatas, en El Álamo particular de un político experto en huir hacia adelante aunque no vaya a ninguna parte. Luis, que viene del alemán Hluot-weg, 'el gran guerrero', quiere honrar a su nombre y a su apellido, y navegar en el disparate de gestionar él solo el vigésimo ayuntamiento de España.
En el Alcázar de Toledo, otro símbolo de la resistencia, la estancia más visitada (por el morbo, porque el museo del ejército que alberga es maravilloso) es el despacho del general Moscardó desde donde el militar franquista le dijo a su hijo por teléfono que se encomendase a Dios y que muriese como un héroe, pero que no pensaba rendir la plaza a cambio de su vida.
A Salvador lo imagino pronto atrincherado en su despacho, acompañado por Huertas, el histórico Huertas, el flamante primer teniente de alcalde... y último. Y por fin, cautivo y desarmado, Luis saldrá cualquier día por la puerta de la plaza del Carmen a buscar otra Numancia donde resistir en soledad. Bueno, para entonces ya sabrá que un granadino nunca está solo del todo.
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