Decretar entre apuros
Editorial ·
La retirada de las mascarillas en la interacción social ha contribuido a la quinta ola, que Sánchez aún no la ha denominado como talJueves, 22 de julio 2021, 00:24
El Gobierno, remodelado hace diez días por el presidente Sánchez, convalidó ayer con apuros dos reales decretos cuya tramitación reveló el descontento de los aliados ... parlamentarios de la investidura con el proceder del Ejecutivo, con una oposición totalmente reacia a aproximarse a su órbita. Se vio obligado a modificar en el último momento el decreto frente a la temporalidad en el empleo público, admitiendo que las pruebas de oposición puedan no ser eliminatorias y que los interinos con más de diez años en el mismo puesto puedan acceder a la titularidad sin examen previo. Al tiempo, aceptaba su conversión en proyecto de ley para que pueda modificarse. Este procedimiento debería llevar al Legislativo a sopesar los cambios apuntados en cuanto a su solvencia jurídica respecto a la Función Pública. Más comprometida resultó la convalidación del decreto del 24 de junio sobre el uso de las mascarillas, cuya aprobación escenificó el Gobierno con un Consejo de Ministros extraordinario, y el presidente Sánchez anunció seis días antes. La casual coincidencia de la decisión con los indultos a los presos del 'procés' subrayó su carácter político. En ese momento la tasa de incidencia en España era de 93. Hoy está en 644 y subiendo. La ministra de Sanidad, Carolina Darias, aseveró ayer que la medida respondía al criterio científico. No fue precisamente así, y sobre todo no lo fue en cuanto al modo en que el Gobierno la presentó, dando a entender que el uso de mascarillas sería la excepción y no la norma que los españoles debían celebrar.
El Ejecutivo de Sánchez ha desatendido sin más explicación las peticiones de las autonomías y de los expertos para corregir aquel decreto, tanto en su literalidad como en las indicaciones a hacer llegar a la opinión pública. Y más cuando parece evidente que la retirada de facto de las mascarillas en la interacción social ha contribuido a la quinta ola, que todavía Pedro Sánchez no ha denominado como tal. Como si lo que está ocurriendo se debiese únicamente a excesos puntuales en algunos viajes de fin de estudios, el proceso de vacunación permitiese relativizar el impacto de la variante Delta, y solo se tratara de esperar a que la curva epidémica alcance su pico entre finales de julio y principios de agosto. En el mejor de los casos, la impasibilidad va a prolongar contagios, ingresos hospitalarios y casos de gravedad hasta otoño. Sin que una drástica caída de la incidencia estimule la temporada turística.
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