Una ida de olla
«Si no fuera por las ollas ni usted ni yo podríamos disfrutar de esta enorme y deliciosa oferta gastronómica»
David Baños
Periodista
Domingo, 11 de febrero 2024, 23:07
La olla es uno de los grandes inventos culinarios del hombre. Las primeras tienen unos 10.000 años de historia. Han servido para cocinar y ... conservar alimentos. Al princio eran de barro y con el paso del tiempo las ha habido de piedra, cobre, de hierro, acero inoxidable o aluminio. La hermana más joven de las primeras ollas del Neolítico es la olla exprés, invento del maño José Alix Martínez, en 1919. Gracias a la olla podemos disfrutar de suculentos platos de cuchara. Del recetario almeriense destacan el trigo, la berza, los gurullos o las acelgas esparragadas. También hay platos icónicos, como la fabada asturiana o el cocido madrileño. Tampoco podemos olvidar el juego que dan las sopas en nuestra cocina. Y es que la olla todo lo puede y pocos se resisten a sus encantos.
Da gusto llegar a casa un día de frío y reconfortarse con un plato de lentejas o de guisillo de ternera. Qué me dicen de unos callos picantes y gelatinosos, unas manitas de cerdo de las que se deshacen en la boca, un estofado de cordero o un buen marmitako de atún de la cocina tradicional vasca.
Capítulo a parte merecen las sopas. Un caldo alimenticio que se acompaña de algunos ingredientes sólidos. También se llama así a los pedazos de pan que se empapan en un líquido, de ahí 'hacer sopas'. Las hay tradicionales, exóticas y vanguardistas. Lo que alimentan un sencillo consomé al Jerez, una sopa de ajo, castellana, de picadillo, de pescado, de marisco, de setas o de verduras. Sin desmerecer las cremas, como la de calabaza, de puerro, calabacín o de lo que se quiera.
Si no fuera por las ollas ni usted ni yo podríamos disfrutar de esta enorme y deliciosa oferta gastronómica. Por eso en el municipio almeriense de Sorbas le han rendido homenaje estos días a estos utensilios. Es un pueblo alfarero en el que se han fabricado artesanalmente cientos de miles de estos recipientes a lo largo de su historia.
La tradición era romper ollas de barro en la puerta de las casas de aquellos vecinos con los que se estaba en desacuerdo por algún motivo. Según cuentan, el origen está en una trifulca entre el padre y el novio de una joven a las puertas del domicilio de ésta. El progenitor, en desacuerdo con la relación, acabó tirando al suelo una olla cargada de viandas que el chico quería regalar a su amada.
El próximo 14 de febrero se llevará a cabo el Día de las Ollas. Por la noche se tiran las ollas, de una manera lúdica y de forma controlada. Por si fuera poco, también han organizado el Campeonato Mundial de Lanzamiento de Ollas, con 147 participantes y un 'Ollódromo' en el que se han desarrollado las pruebas. El récord ha quedado establecido en 28,98 metros de distancia.
Ya ve que las ollas dan mucho juego. El refranero español está plagado de referencias: «cena sin vino, ni olla sin sal, no es manjar»; «después de Dios la olla y todo lo demás es farfolla»; «olla que mucho hierve, sabor pierde»; o «a falta de olla, pan y cebolla». A quién no se le ha ido alguna vez la olla o se ha encontrado con alguien que no estaba bien de la olla.
Hasta El Quijote de Miguel de Cervantes ya hacía referencia a la olla en su primera página, al comienzo de la segunda frase. Es la palabra número 35 en aparecer en la obra cumbre de la literatura mundial. Puede que este artículo le resulte una ida de olla, pero no me negará que tan importante utensilio de cocina se merece uno y mil homenajes.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión