Al primero que se lo leí fue a José Luis Rosillo, el dueño del restaurante El Asador de Capileira. Se mostraba extrañado, triste y decepcionado ... por la noticia sobre el traslado del párroco de su pueblo, Alfonso Aguilar González. Era el párroco de Capileira y de otros municipios de la Alpujarra: Bubión, Pampaneira, Soportújar, Atalbéitar, Mecina Fondales y Ferreirola.
Antes de irse, el arzobispo saliente de Granada, Francisco Javier Martínez, lo ha trasladado a la zona del Poniente granadino por haber «escandalizado y confundido a la gente por abrir iglesias a eventos culturales», según explicó el propio pater en un comunicado.
Si leyeron la información publicada por Javier Barrera en IDEAL, habrán visto algunas fotos con músicos tocando dentro de la iglesia de Pampaneira durante la celebración de la primera edición del festival Sulayr. Esas fotos las hice yo aquel ya lejano mes de agosto de 2019 y se corresponden a los ensayos del concierto principal del festival, que fue un exitazo, con lleno total.
Recuerdo la admiración y el respeto con que todo el mundo hablaba de Aguilar, no solo por su impresionante formación intelectual y religiosa y por su apasionante biografía, que ha sido profesor de Filosofía en Roma y Nueva York; sino también por su compromiso con la gente del pueblo. Había cariño por el amor que dispensaba a los feligreses, por su concienzudo e incansable trabajo diario en la comarca, por la cercanía a los vecinos.
Me pareció algo extraordinario que la preciosa iglesia de Pampaneira abriera sus puertas de par en par durante los días del Sulayr, acogiendo un concierto memorable, en todos los sentidos de la expresión. «Sensacional marco, la iglesia de la Santa Cruz, para el estreno absoluto de unas bodas alquímicas que nos dejaron a todos boquiabiertos y conmocionados», terminaba mi crónica de aquel concierto. «La iglesia de Pampaneira se convierte en el mejor escenario posible para fusionar música y mística religiosa», subtitulé aquella pieza.
Ahora me siento culpable. Lo mismo no debí darle difusión a todo aquello. Quizá hubiera sido mejor que no trascendiera, como si de una reunión clandestina se tratara. Ya saben que ojos que no ven… ¿Y si la celebración de aquel espectáculo despertó la iras del arzobispo?
Abrazo enorme a Francisco Aguilar, mucha suerte en su nuevo desempeño y ojalá que el párroco que le sustituye en la Alpujarra sea igual de abierto y comprometido como su antecesor. Convertir los templos católicos en espacio de celebración, encuentro y convivencia es algo muy bonito. No entiendo cómo eso puede escandalizar a nadie, pero doctores tiene la Iglesia. Lástima que algunos parezcan de un extemporáneo y anacrónico integrismo reduccionista.
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