La 'cultura de vida'
Creo que la muerte es algo de lo que no podemos tener experiencia:hasta que no llega, no la conocemos y cuando llega nos deja sin esa capacidad para conocerla
eduardo garcía peregrín
Viernes, 20 de noviembre 2020, 02:37
(In memorian de Mary Carmen, Joaquín y Jesús)
La pérdida de seres queridos nos hace plantearnos el sentido de la muerte, lo cual nos ... lleva con frecuencia a reflexionar sobre el sentido y la belleza de la vida. Muchos autores contemporáneos consideran que la muerte no existe, que «es un comienzo y no un final, un cambio de velocidad de las vibraciones» (B. Bethards); «un mero producto de nuestra conciencia… que no existe de la manera en la que la percibimos» (R. Lanza). Para L. Comas, solo existe la vida porque la muerte «es el fin del cuerpo biológico porque es materia, pero la energía que sustenta ese cuerpo no muere». Personalmente creo que la muerte es algo de lo que no podemos tener experiencia: hasta que no llega, no la conocemos y cuando llega nos deja sin esa capacidad para conocerla. Se trata de una transición de una vida puramente biológica a otro tipo de vida cualitativamente superior, de la que no tenemos el lenguaje apropiado para expresarla, pero que supone la entrada en una nueva dimensión fuera del espacio y del tiempo en que ahora nos movemos.
Como bioquímico, he dedicado gran parte de mi vida a estudiar la 'química de la vida'. Por eso, la observación de los fenómenos que caracterizan a los seres vivos me ha ido entusiasmando al comprobar la perfección y la belleza de la vida, la maravillosa armonía que rige las reacciones de los organismos. Cada una de los miles de moléculas que hay en nuestro cuerpo tiene una estructura diferente, la cual hace que tenga una función específica que desarrollar para que todo ese organismo se mantenga sano. Pero lo que más me ha llamado la atención ha sido el motivo de esa armonía. ¿Cómo puede explicarse? Yo he llegado a una conclusión muy particular: sólo por la 'ley del amor'.
Hace años F. Betto escribía que los electrones y los protones se atraen para formar, mediante un 'abrazo amoroso', los átomos. Estos se unen de la misma forma para originar moléculas; estas se unen para formar macromoléculas; las macromoléculas forman las células y estas, al unirse, forman los tejidos y los órganos… hasta llegar a los organismos más complejos. De aquí que el hombre tiene la 'obligación vital' de seguir este camino, de unirse a otros hombres y a toda la creación para continuarla. Y siempre, estas uniones se deben llevar a cabo mediante 'abrazos amorosos', con una particularidad añadida: de cada unión emerge un eslabón más complicado, con propiedades nuevas y una función más compleja (ley de la complejidad-conciencia de Teilhard de Chardin). Esta teoría del 'emergentismo' es una de las más aceptadas para explicar el proceso de la evolución o de la 'creatio continua' como también se le puede llamar. Todo tiene su fundamento en el amor o, para un creyente, en el Amor.
Estas consideraciones me llevan a proponer la importancia de una 'cultura de la vida' frente a 'la cultura de la muerte'. Ambos términos fueron acuñados por Juan Pablo II en su encíclica 'Evangelium vitae'. El último de ellos se refiere a una mentalidad y a una forma de ver al ser humano que fomenta la destrucción de la vida humana más débil e inocente por parte de los más poderosos y fuertes. Esta 'cultura' está siendo justificada por parte de la sociedad en nombre de una falsa libertad individual, dando lugar a leyes en las que la defensa del comienzo y del final de la vida humana está degradándose cada vez más, mientras que la vida de los animales y las plantas va siendo más protegida. Sin embargo, la 'cultura de la vida' significa respetar y proteger la vida humana desde la concepción hasta su muerte natural. Promover la 'cultura de la vida' es fortalecer a la sociedad puesto que, si no se respeta el derecho a la vida y no se promueven los derechos fundamentales de cada persona, no puede existir una sociedad sana, una sociedad en la que la dignidad humana sea respetada en su integridad. «No puede haber verdadera democracia si no se reconoce la dignidad de cada persona y no se respetan sus derechos» (Juan Pablo II, EV 101).
Una 'cultura de la vida' está basada en el reconocimiento y respeto de la dignidad humana. Y esto no es algo nuevo. Desde la más remota antigüedad, la humanidad se ha preguntado sobre el fundamento y la importancia de su propia dignidad, intentando dar las respuestas más adecuadas al grado de sus conocimientos. Hoy se considera como un atributo de todo ser humano, por el mero hecho de serlo (dignidad ontológica), con independencia de sus caracteres físicos y de su estadio de desarrollo. Afirmar esa dignidad significa que no se puede atentar contra ella, que es algo irrenunciable y constitutivo, ligado a la propia naturaleza humana. Por lo tanto, defendamos la 'cultura de la vida' como medio de protección de nuestra propia dignidad y de los derechos que de ella se derivan. En la movilización por una 'cultura de la vida' nadie se debe sentir excluido: todos tenemos un papel importante que realizar. Parafraseando a F. Beto, podríamos decir que toda la belleza y la lógica de cualquier vida en todo el universo demuestran que se trata de una obra de arte cuidadosamente estructurada, aunque inacabada. Toda vida es un suspiro de amor.
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