Cultura en tiempos de pandemia
La Zaranda ·
«(...) ya se ha celebrado eventos culturales por todo el país y no encuentro noticia de quienes se hayan contagiado en una actuación teatral, musical o literaria (...)»manuel molina
Sábado, 1 de agosto 2020, 22:38
Desde que todo lo que conlleva la palabra Covid-19 se instalase en nuestras vidas nada es igual. Casi todo, en general, ha empeorado. La ... peor, las vidas cobradas, las truculentas historias conocidas en el trato a los más vulnerables, los ancianos, y la falta de previsión que padeció el personal sanitario para hacer frente al enemigo invisible. No se queda a la zaga el efecto pernicioso de la desconocida caída de la economía del país en un 18,5%; lo que supone desempleo a mansalva y familias que lo pasan mal. Así se presenta la peor radiografía social que hemos vivido muchos.
En esa inquietud y desconocida normalidad la economía ha primado para evitar males mayores y desde el gobierno se intenta taponar la sangría social con ayudas más que necesarias. Ante la dramática situación que vivimos, pendientes de un fino hilo que puede romperse, y volvernos a un insostenible confinamiento, se pueden dar dos opciones, por un lado, procurar actuar con la mayor cautela y, por el contrario, y como nos muestran las noticias seguir viviendo como si nada, con insolidario incivismo.
En la incertidumbre presente la cultura ha recibido un hachazo tremendo, como el de tantos sectores, pero resulta decepcionante que lo que sirve para unos, para otros, no. Se crea un agravio comparativo donde se desfavorece al ámbito cultural, y no lo olvidemos, hasta ahora 'industria' generadora del tres por ciento del PIB nacional y del ocho el europeo. Con esas cifras sorprende que todavía una considerable parte de la sociedad mire con inquietud y voluntaria fiscalización todo lo que signifique la realización de una actividad cultural. Echando mano del agravio comparativo y sin menospreciar la labor de la hostelería –faltaría más– apreciamos terrazas donde siguiendo las medidas anti-Covid se pueden encontrar cientos de personas y se aprecia como normalidad. Ahora bien, si las mismas personas acuden a un evento cultural, llámese de cualquier forma posible, pongamos por ejemplo actuación musical, con las mismas medidas, encontramos al voluntariado fiscalizante alarmado por la posible irresponsabilidad. Cuando escribo estas líneas y ya se ha celebrado numerosos eventos culturales por todo el país, no encuentro noticia de quienes se hayan contagiado en una actuación teatral, musical o literaria; pese a las ganas que aprecio en algunas personas para poder expandir peroratas visionarias.
Cuando visité el campo de exterminio de Auschwitz, entendí lo que el arte representa de manera verdadera. Unos presos pintaron dibujos en el barracón de los niños. Aligeraban así el horror, alzándose así por encima de la bajeza humana, que triunfaba sobre la maldad más infame. El arte fue redentor, como fue la escritura para Miguel Hernández en un penal o recitando en una trinchera o como fue para Olivier Messiaen actuando en un campo de concentración con el más triste cuarteto de los tiempos, como el grupo de teatro del penal de El Dueso, tras la Guerra Civil. El arte confortaba almas, espíritus, que también somos esa parte; no solo materia.
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