Cretinaje
La Carrera ·
De estos cretinos narcisistas nos da abundantes muestras la Historia, siendo un logro saberlos ya en el obituarioSi cuando hablamos de pupilos decimos pupilaje, al tratarse de cretinos diremos cretinaje. Pero no aludo hoy a los cretinos inocuos, sino a los inicuos, ... a esos cretinos trepas que copan cargos y desgobiernan, que armados de estulticia y sectarismo arramblan con cuanto se les pone a tiro. De estos cretinos narcisistas nos da abundantes muestras la Historia, siendo un logro saberlos ya en el obituario. Pero no son especie en extinción, más bien lo contrario, en los tiempos que corren se reproducen como setas; diría incluso que jamás ha habido tantos fuera del establo, tan pagados de sí mismos y con tanta presencia pública.
Vayamos, pues, al cretino integral, al de raza, al que se levanta por la mañana y todavía en pijama se dirige al retrete colocándose el paquete. Una vez en el aseo, se atusa pelos, se soba el rostro (que por cierto no le falta), y se acerca al espejo hasta tocar la superficie con sus napias y, aprovechando la perspectiva, se ratifica en que es un ser importante, vamos, crucial; un tipo especial de los que necesita el mundo (¡qué digo el mundo, el universo!).
Tras ello, el cretino de mesura teatral procede con su primer café y cruasán. Mientras mueve el contenido de la taza con cucharilla (no la que usa para meter cazo en el erario público, que ahí usa pala retroexcavadora), comienza a cavilar sobre cómo sacarse más brillo y –de paso- cómo lustrar a los suyos jodiendo a cuantos congéneres no sean de su militancia.
Antes de que el chute de cafeína haga efecto en el cretino con mando en plaza, empieza este a dar rienda suelta al caudaloso torrente de ocurrencias que se le pasan por la chola que lleva sobre los hombros; tormenta de despropósitos que –por cierto- es tanto más dañina cuanto más grosero es el cargo que vampiriza (perdón, quise decir ostenta). O sea, cuanto más grande es la sartén que tiene por el mango, más quebrantos para el común.
Del cretino apalancado en las instituciones existe amplio catálogo, y estoy casi seguro de que ahora mismo ya tiene en mente el amable lector una docena de estos ejemplares. Conviene reparar en que a veces, si el espécimen se esfuerza o se documenta (cosa rara en esta fauna, pues el cretinaje es ágrafo y los que no lo son es porque plagian o tienen 'negros' que redactan su libro o -lo que es peor- sus memorias). El cretino solo fija la vista en titulares de prensa. Nunca lee nada que no sea la homilía que otro le ha escrito, y de aquella hacen lectura ligera mientras da cabezaditas en la parte trasera del coche oficial.
Si el cretino saca pundonor de la fosa de sus tripas, solo entonces, asciende a la categoría de imbécil animoso. Y así, con su pose exultante y teatrera, suelta sobre el respetable esa sabiduría infinita que ha fraguado en el trayecto que media de su mansión al auditorio.
Debo apostillar que el cretinaje no distingue entre machos y hembras, dicho sea con permiso del '#Me Too'.
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