La cooperación al desarrollo: una pica en Flandes
El pasado 15 de mayo asistimos por invitación de la delegación de Cuba, junto al también profesor de nuestra Universidad, Daniel Linares Girela, a la ceremonia de nombramiento de Doctores Honoris Causa, celebrada en el Palais des Beaux-Arts de Bruselas
ignacio jiménez soto
Miércoles, 29 de mayo 2019, 00:19
Por supuesto que no nos vamos a referir al increíble Carlos V y a los 80 años de lucha entre España y los Países Bajos, ... más aún contra toda la Europa protestante y el imperio otomano; pero la expresión, nacida de aquella época, se utiliza en la actualidad para indicar que se ha realizado algo muy complicado y que además constituye un hito.
Y a ello me voy a referir en estas líneas, valga el símil, pues el pasado 15 de mayo asistimos por invitación de la delegación de Cuba, junto al también profesor de nuestra Universidad Daniel Linares Girela, a la ceremonia de nombramiento de Doctores Honoris Causa, celebrada en el Palais des Beaux-Arts de Bruselas, por la que la VLIRUS, entidad que reúne a las universidades católica de Lovaina, Libre de Bruselas, Hasselt University, Gante y Antwerp, universidades flamencas ya de por sí suficientemente indicativas de su prestigio, reconocían el trabajo universitario, pero diríamos muy especial, como es el de la cooperación al desarrollo.
Sin entrar en la valoración del acto en sí, muy distinto al que dicta nuestro protocolo universitario, pues se trata, como la propia ciudad de Bruselas, de una mezcla de tradición medieval con el más vanguardista de los estilos, nos llamó profundamente la atención, a diferencia de lo que estamos acostumbrados la mayoría de las veces, cuando el máximo reconocimiento académico universitario no lo otorgaba una sola universidad, sino que las cinco que integran VLIRUS, cada una propone un solo honoris causa, pero ceñido a un materia concreta. En este caso, la cooperación universitaria al desarrollo en unas áreas geográficas determinadas, donde cada uno de los doctores desempeñan una labor muy importante en favor de los más desfavorecidos, de los pobres del mundo, a través de su trabajo universitario, mucho más allá del aula o del laboratorio.
Así, fueron reconocidos Clarice García Borges Demetrio (Brasil) por su labor en la bioestadística en el ámbito agrícola; la premio Nobel de la Paz en 2011 Leyman Roberta Gbowee (Liberia) por sus trabajos en la defensa de los derechos humanos y principalmente por la igualdad de las mujeres; José Ramón Saborido Loidi (Cuba), exrector de la Universidad de Cienfuegos y Central de la Villas, actual ministro de Educación Superior, por su contribución a la educación universitaria a los más desfavorecidos en Iberoamérica; Nteranya Sanginga (Congo) por sus aportaciones en la agricultura tropical, y Jean Jacques Muyembue Tamfum (Congo) por su lucha desde la Universidad de Kinshasa contra el ébola.
Como se puede apreciar, desde el corazón de Europa, en Bruselas, las universidades más prestigiosas reconocen y premian el buen trabajo a favor de la humanidad, sin importar la procedencia, el signo político, el color, la raza o el centro universitario de procedencia. En definitiva, el trabajo que desarrollan por el bien de la sociedad en general, todo un ejemplo de lo que supone la propia evolución del concepto de Universidad, de gremio corporativo en la edad media a una institución ampliamente volcada con su responsabilidad social no sólo en la transmisión del saber, sino también en la transformación de la sociedad y más aún con los más desfavorecidos.
El ejemplo de las universidades flamencas, qué duda cabe, constituye un referente, pues sin olvidar la excelencia científica y universitaria de cada uno de los profesores reconocidos, que todos la tienen, se reconoce sin ambages su noble compromiso con el progreso y el desarrollo, huyendo de los planteamientos endogámicos de quienes solo se miran a sí mismos, de lo que tenemos buenos ejemplos no sólo en España y, esto, tenía que suceder precisamente en Bélgica, en pleno corazón de Europa.
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