Contradicciones de la 'nueva normalidad'
El aprendizaje consiste en identicar las nuevas contradicciones que nos ha traído el virus, que hacen que nuestra vida sea aún más incierta y complicada que antes
julio grosso mesa
Martes, 24 de noviembre 2020, 00:56
Me pregunto si aprenderemos algo de esta crisis. Esta fue la pregunta común que todos nos hicimos durante la primera cuarentena de la Covid-19, ... mientras salíamos cada tarde a aplaudir a los balcones. Y la cuestión con la que yo terminaba un primer artículo en IDEAL sobre la pandemia. Entonces, hace ahora ocho meses, escribí: «cuando despertemos de esta pesadilla, de este domingo interminable, cuando se levante el estado de alarma, el confinamiento y la cuarentena, y todos queramos recuperar la normalidad de nuestra vida cotidiana, ya nada será igual».
En aquel lejano mes de marzo, los telediarios solo hablaban de doblegar la curva, de la escasez de mascarillas, del número de fallecidos y de los gestos de solidaridad con los sanitarios. ¿Lo recuerdan? Parece que han pasado varios años. En aquel momento, algunos expertos aconsejaban aumentar las pruebas, rastrear los casos y proteger debidamente a sanitarios y mayores. Otros, más pesimistas y agoreros, pronosticaban un mundo diferente: «habrá menos trabajo y menos consumo, cambiarán las relaciones sociales, el coste sanitario, social y económico será el de una guerra».
Y bien, ¿qué hemos aprendido después de 8 meses y más de 1 millón de muertos en el planeta?, ¿cuáles han sido las principales lecciones de la pandemia? 1º Somos mortales, algo que solemos olvidar; 2º Es fundamental trabajar en equipo para resolver una crisis; 3º Hay que distinguir lo importante de lo superfluo; 4º Las grandes crisis necesitan siempre grandes gobiernos, con capacidad de previsión y gestión, una misión compleja que no todos superan. 5º La nueva vida online, a través de las pantallas, es menos vida que nuestra vida anterior.
El escritor Manuel Vicent siempre habla con lucidez: «el virus es una masa amorfa que se explaya por todo el planeta y destruye aquello por donde pasa, sin embargo, las únicas enseñanzas que podemos sacar de la epidemia son dos: ver la vida de otra forma, como ocurre cuando pasas por un trauma o una grave enfermedad, y la segunda, si no respetamos el planeta, el planeta nos va a destruir».
Pero el aprendizaje consiste, además, en identificar las nuevas contradicciones que nos ha traído el virus, que hacen que nuestra vida sea aún más incierta y complicada que antes. A nuestros clásicos dilemas personales sobre la conciliación laboral y familiar, el consumismo y la protección ambiental, la necesidad y el rechazo a la inmigración, se suman ahora otras cuestiones sociales, no menos complejas.
Durante el estado de alarma, se cerraron colegios, institutos y universidades. Se prohibió durante dos meses que los niños pisaran la calle y que los mayores recibieran los abrazos (e incluso las despedidas) de sus hijos y nietos. Pero, al mismo tiempo, se pudo pasear a los perros varias veces al día y los riders cruzaban las avenidas a toda velocidad. Por su parte, miles de ciudadanos salían cada tarde a aplaudir al personal sanitario, pero luego algunos de ellos llegaban a insultarlos dentro de las consultas.
Tras la 'desescalada', entramos de lleno en la llamada 'nueva normalidad', donde se fueron sumando nuevas contradicciones. Primero, regresamos al trabajo presencial, pero dejamos a nuestros hijos con los abuelos, olvidando rápidamente el 'protocolo Covid'.
Luego, llegó el verano y entonces apareció el gran dilema: Salud o Economía. Y en un país que vive del turismo y de los bares, los gobiernos comenzaron a alentar el consumo, los viajes y el fútbol. Como si nada hubiera ocurrido. Como si todo hubiera pasado ya.
Una gran parte de los españoles se marchó de vacaciones, convencida de que tras el confinamiento se merecía un descanso. Aceptaron de buen grado el turismo nacional, las visitas al pueblo y los encuentros familiares con mascarilla. Pero, casi nadie dejó los deberes hechos antes de subirse al coche. Nos marchamos como si tal cosa, sin resolver los graves problemas de la sanidad y la educación. Deseando que el calor acabase por si solo con esta pesadilla.
Septiembre empezó con la esperanza de que 'todo iba a salir bien' y con la ilusión infantil de nuestros hijos volviendo al colegio. Al principio, solo una universidad tuvo que suspender las clases por culpa de las redes sociales. Pero, nadie se atrevió en ese momento a cerrar los bares, ni a limitar la movilidad. Y mucha gente siguió 'veraneando' hasta el pasado puente de octubre. Otra notable contradicción.
Superado el dilema sobre el uso de la mascarilla, se han sumado ahora la propaganda sobre las vacunas, la incertidumbre por el invierno y los datos del colapso hospitalario. Sin embargo, a pesar de todo, los grandes centros comerciales han instalado ya sus enormes árboles de Navidad, las calles comienzan a decorarse y aparecen los primeros anuncios de juguetes en televisión. ¿Estamos locos? ¿Creemos que las navidades van a ser normales?
A estas alturas, la confusión es absoluta. En medio de la segunda ola, hay mucha gente que cree vivir en el absurdo, que ya no confía en sus políticos, que vive al margen de los telediarios y que piensa que todo es una gran mentira. Nadie en su sano juicio puede aguantar los mismos titulares ocho meses seguidos. Ni soportar los continuos bandazos de sus gobernantes cambiando las normas. Ni comprender porqué cierran los comercios locales, mientras Amazon aumenta su beneficio. Ni cómo es posible que en Wuhan, donde empezó todo, la vida sea ya tan normal. La 'nueva normalidad' es pura contradicción. Y lo que es peor, está jugando en contra de la democracia.
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