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LA CERRADURA

Constipados

José María Pérez Zúñiga

Sábado, 7 de mayo 2022, 22:47

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No sé cuántas veces he tenido el coronavirus, dos o tres por lo menos, o quizá se trate de una infección permanente, con altibajos, una ... sucesión de infecciones que van del alfa a la omega. La enfermedad puede convertirse en una nueva personalidad que te haga dependiente de médicos y tratamientos, y hay quien ha descubierto un nuevo yo con forma de pastilla. «Estoy malo, estoy malo», dicen. «No, tú eres malo, eres malo», le responden como si fuera Putin, al que cuentan que van a operar de cáncer, aunque lamentablemente no de la cabeza. Uno empieza por tomar paracetamol y sigue medicándose para controlar el colesterol o el tamaño de la próstata o el nivel de estrógenos, la tensión y el azúcar, y termina haciéndose análisis periódicos que se convierten en una obsesión vampírica, en boca de Renfield: «La sangre es la vida». Lo malo es que las frutas y verduras están por las nubes, y con todo el mundo a régimen al final va a resultar que el solomillo de ternera es una comida de pobres. «Vade retro, Satanás», diría el ministro Alberto Garzón, que está librando una batalla silenciosa (por decir algo) contra las actividades contaminantes, que son las que lleva haciendo la humanidad desde que empezó a caminar sobre el planeta, y que, para salvarlo, sólo come insectos, leche vegetal y hongos.

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