Confinados
Los ciudadanos, de la noche a la mañana, tuvimos que asumir que hay riesgo real para las vidas, que hay que confinarse en las casas
Sábado, 9 de mayo 2020, 00:46
La Declaración del estado de alarma, el 14 de marzo de 2020, que conllevaba el confinamiento total de los ciudadanos en sus casas, fue acogida ... entre sorpresa e incredulidad. Pero, la realidad, al fin se imponía. Nadie había imaginado vivir una cuarentena sanitaria medieval, total, en sus vidas. El número de infectados y de muertes fue creciendo de forma exponencial. A la sorpresa inicial le siguió la incertidumbre, la constatación de un riesgo real y una catástrofe económica, personal, nacional y mundial.
Vivíamos en una normalidad de seguridades de la sociedad del bienestar.
Veníamos de una reciente crisis financiera, de la retórica de los recortes, de las manifestaciones laborales y por las pensiones, de la violencia de género, de las reiteradas elecciones, de la bronca y desencuentro político, del juicio a los separatistas catalanes y sus desafíos al Estado de Derecho y a la unidad de España.
Con problemas, aquí y allí, los ciudadanos se iban adaptando. Había sectores que sufrían múltiples carencias, pero el país aparentemente flotaba. Pero, el Boletín Oficial del Estado, el 14 de marzo, nos hace despertar a una cruda realidad. Nuestro tiempo es un mundo global, lejos del localismo y el ensimismamiento particularista y nacionalista. Formamos una sociedad global, en espiral, donde todos los niveles están interconectados. Se ha de vivir lo global desde las raíces y el entorno de cada cual.
Los ciudadanos, de la noche a la mañana, tuvimos que asumir que hay riesgo real para las vidas, que hay que confinarse en las casas y, en ese momento, es cuando se preguntaron. ¿Qué nos ha pasado? Los hechos externos, la vida internacional, eran como una visión lejana y envolvente, que no nos afectaba. El Gobierno y los partidos políticos también estaban en lo suyo. Por supuesto que, había un Ministerio de Sanidad y consejeros de Sanidad en todas las comunidades autónomas. También ahí estaba la Organización Mundial de la Salud que informaba regularmente a las gobiernos nacionales de las alertas sanitarias. También estaba el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC), en el que participan representantes de todos los gobiernos nacionales; día a día, evalúa la situación sanitaria, elaboran orientaciones y alertan de los peligros sanitarios.
El 31 de diciembre de 2019 China comunica que la Comisión Municipal de Salud de Wuhan (provincia de Hubei), ha notificado la aparición de casos de neumonía.
Posteriormente se determina que están causados por un nuevo coronavirus. El 1 de enero de 2020, la OMS establece el estado de emergencia para abordar el brote. El 5 de enero de 2020 el citado organismo publica su primer informe relativo al nuevo virus. El comunicado contiene una evaluación del riesgo.
El 10 de enero se publica un amplio conjunto de recomendaciones sobre el modo de detectar infecciones, realizar pruebas de laboratorio y gestionar los posibles casos.
Días después, el 12 de enero, China hace pública la secuencia genética del virus Covid-19. El 30 de enero el Comité de Emergencias concluye que el brote del nuevo coronavirus (2019-nCov) constituye una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII). La OMS evalúa el riesgo en China como muy alto y el riesgo mundial como alto. Seguidamente, 3 de febrero, se publica el 'Plan Estratégico de Preparación y Respuesta de la comunidad internacional', para ayudar a los Estados a protegerse.
Y, más adelante, el 11 de marzo de 2020, la OMS, profundamente preocupada por los alarmantes niveles de propagación de la enfermedad y por su gravedad, determina que la Covid-19 puede caracterizarse como una pandemia.
No sólo la OMS vino alertando, puntualmente, a los gobiernos de la alarmante situación, sino que, a nivel de la UE, el ECDC vino reforzando las alarmas de la OMS y produciendo informes técnicos para intentar controlar la expansión de la epidemia.
Los informes de alerta y los documentos técnicos de apoyo, para los gobiernos, se multiplicaron. Así podemos reseñar los informes del 17, 22, 26 y 31 de enero de 2020. Y siguieron analizando la situación en todos los países europeos y dando orientaciones científico técnicas, el 3, el 12 y 25 de marzo, por sólo señalar fechas relevantes.
Para la vida política de España tuvo repercusión especialmente el del 3 de marzo, donde se subrayaba la necesidad de «evitar actos multitudinarios innecesarios».
Los medios comentarían que, a pesar de esta recomendación, se celebraron múltiples actos multitudinarios como la marcha feminista del 8 de marzo, el mitin de Vox, conciertos, partidos de fútbol, etc.
La ECDC siguió, en días sucesivos, enviando sus alertas y sus informes, siendo la fuente más segura y científicamente más cualificada para documentarse y seguir el día a día de la marcha de la pandemia, a nivel europeo y mundial.
En España seguimos en nuestras cosas hasta la declaración del estado de alarma. A los ciudadanos se les vino el mundo encima. Se encontraron con los hospitales colapsados, contaminados los equipos sanitarios y de apoyo, y miles de muertos y nuevas personas contaminadas.
Ahí está la radiografía cotidiana de los medios de comunicación y la confusión de la incierta salida y las catastróficas perspectivas económicas. Alguien debió hacer cumplir esas recomendaciones. Alguien deberá responsabilizarse.
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