Concordia
Ad Líbitum ·
El logro de la reconciliación hizo posible la convivencia y la paz y se plasmó en la Constitución de 1978. Alguno podrá criticarla de relativista e incluso nihilista (...) pero establece las reglas del juego democráticoEl jueves pasado se debatió en el Congreso los presupuestos del ministerio de la Presidencia, y un diputado criticó que se destinaran 11 millones de ... euros a las políticas de la 'memoria democrática'. Este representante de la Nación, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla, argumentaba que esta ley venía a elevar el nivel de confrontación producido con la anterior de la memoria histórica; pues seguía ahondando en la división de las dos Españas, al calificar de buenos (a los de izquierdas) y en malos (a los de derechas). Para ilustrar su exposición, desde la tribuna de oradores del hemiciclo, se permitió exhibir algo hasta ahora inédito: un crucifijo. Este objeto religioso era una reliquia de sangre, que llevaba colgada su tío abuelo, el sacerdote de Baena (Córdoba), Rafael Contreras Leva, el 29 de julio de 1936, cuando fue martirizado y descuartizado a hachazos por los milicianos frentepopulistas. Se trata de uno de los 127 mártires de la Guerra Civil de esa provincia, a quienes el papa Francisco ha reconocido su próxima beatificación; éstos fueron martirizados por el sólo hecho de profesar la fe católica, sin albergar rencor alguno hacia sus verdugos.
Este hecho sirvió a este representante de la Cámara Baja a señalar la diferencia entre quienes admiten la existencia de crímenes en ambos bandos y de quienes sólo reconocen los de sus adversarios ideológicos. Volver a revisar el juicio histórico y político entre ambos contendientes fratricidas, supone remover el espíritu de la Transición —una de las páginas más brillantes de nuestra historia–, que convirtió, mediante la concordia ('con-cordis': corazón junto), ese contencioso en «cosa juzgada».
El logro de la reconciliación hizo posible la convivencia y la paz, y se plasmó en la Constitución de 1978. Alguno podrá criticar la Carta Magna de relativista e incluso nihilista; aunque sea perfectible, establece las reglas del juego democrático, dentro de un amplio pluralismo ideológico. Sin caer en un inquietante catastrofismo o en un providencialismo estéril, pecaríamos de miopía —las 'elecciones' venezolanas han tenido un 30% de participación— si nos confiáramos: «Esto aquí no puede pasar», decían (refiriéndose al régimen comunista de Cuba). La deslealtad institucional del actual Gobierno socialista —pudiendo formar otros consensos— deviene en comunista, con tal de permanecer en La Moncloa; carece de escrúpulos (referencias éticas) para pactar sin sonrojo con los enemigos de la Constitución, ahondando en la división y el enfrentamiento social.
Nunca antes se había pactado con los herederos de la banda terrorista etarra, Bildu, que lo tienen claro: «Vamos a Madrid a tumbar el régimen»; o con los golpistas catalanes, condenados por el delito de sedición, a quienes se les riega con prebendas económicas, a cambio de apoyos. Con el objetivo maquiavélico —el fin justifica los medios— de aprobar los presupuestos. Ni con Zapatero, el defensor de la narcodictadura de Maduro, se habían traspasado tantas líneas rojas. Algún incauto comprará la manipulación ideológica de que pactar con los partidos 'Frankenstein', enemigos de la Nación, conlleva «normalidad democrática». La «normalidad democrática» de que no se hable el castellano en distintas regiones; que se apruebe una inconstitucional ley de educación, adoctrinadora y liberticida, que acrecienta las diferencias sociales; que se cercene la libertad de expresión y de prensa, para evitar la censura goebbeliana del Ejecutivo; que se pretenda cambiar los mecanismos y garantías contenidos en la Ley Suprema, mediante disposiciones de rango inferior, para —como en el país bolivariano— nombrar a jueces que hagan inviable el Estado de Derecho, evitando separación de poderes; erosionar la clave de bóveda del régimen constitucional, la monarquía parlamentaria, para realizar el cambio de régimen republicano. Algunos han encontrado similitudes entre la actualidad con diciembre de 1935.
Desenterrar las tumbas del franquismo (Transición, monarquía y la oposición), sin hacer un 'juicio de Nuremberg' a quienes están sembrando de odio y resentimiento la convivencia, es propio de los herederos de Lenin y Largo Caballero. En la sesión parlamentaria de 16 de junio de 1936, Dolores Ibarruri, la 'Pasionaria', amenazó al jefe de la oposición, Calvo Sotelo, con una frase que tristemente se hizo realidad: «Este hombre ha hablado por última vez». Pablo Iglesias acaba de amenazar a la oposición: «Ustedes no van a volver al Gobierno por la vía democrática». Para Marcelino Oreja: «Nunca me había sentido tan preocupado. Hay dos objetivos claros: la Corona y la Iglesia».
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