Que les compre su tía
La ciudadanía se pregunta qué puede estar sucediendo. Y la respuesta es muy clara: alguien se está enriqueciendo de un modo indecente.
JOSÉ LUIS GONZÁLEZ
JAÉN
Viernes, 3 de febrero 2023, 23:41
El IPC de los alimentos estaba en enero de 2022 en un muy apreciable 4,8 por ciento, teniendo en cuenta que, desde 2010 a ... 2021, la media estaba situada en algo así como un 2,5. Pues bien, durante el año que acabamos de dejar atrás, se ha disparado de ese 4,8 al 15,7 por ciento de diciembre. La lógica acompañó de algún modo esta escalada hasta el pasado mes de julio, mes en el que el IPC general alcanzaba su máximo del 10,8 por ciento. El precio de la energía estaba desatado y la oferta de cereales y otros alimentos básicos había quedado súbitamente interrumpida con motivo de la guerra de Putin en Ucrania. Hasta que el Gobierno de España tomó la decisión de subvencionar de un modo genérico el precio de los combustibles y, entre otras medidas, aplicar la 'excepción ibérica' que tanto bien nos ha hecho en nuestra factura eléctrica. A partir de ahí, el IPC inició un pronunciado descenso mes a mes hasta el actual 5,7 por ciento. Pero los alimentos no han parado de subir.
La ciudadanía se pregunta qué puede estar sucediendo. Y la respuesta es muy clara: alguien se está enriqueciendo de un modo indecente. Váyanse hoy a cualquier gran superficie y comparen precios, si es que guardan algún ticket de comienzos de 2022. Es sencillamente escandaloso. No hay excusas a esa subida del coste de los alimentos básicos y no tan básicos. Como el del aceite de oliva virgen extra, del que ya en diciembre esta columna avisaba de su extraordinario incremento. Añadiré que, con respecto a la campaña anterior, ha subido un 61 por ciento, y durante esta campaña el incremento ha sido de más de un 30 por ciento. Unos precios que se podrían entender en parte por la escasa cosecha de esta campaña pero que no tenían ningún sentido cuando lo que se vendía era aceite de la anterior.
Es evidente que, por lo que se refiere a nuestro oro blanco, las grandes superficies, cuyos nombres todos ustedes tienen en mente, no han tenido mucho que ver en la evolución de su valor en el mercado. Tendríamos mucho de qué hablar a ese respecto en cuanto a subvenciones, exigencias colectivas, huelgas, hipocresía, monocultivo, justicia social e igualdad de oportunidades en esta provincia y otras limítrofes. Zarandajas para unos y asuntos muy serios para otros, que algún día deberemos afrontar si no queremos que otros en Europa, más pronto que tarde, los afronten por nosotros y nosotras.
Pero, ¿qué ocurre con el resto de la cesta de la compra? Ese es otro cantar. Los grandes actores del sector alimentario han aprovechado la coyuntura para ensanchar su margen de beneficios. No sabemos muy bien en qué punto de la cadena, pero sospechamos que no es precisamente en el primer eslabón. Con esa subida desmesurada, que triplica la general, ¿acaso vemos a las familias ganaderas tradicionales nadar en la abundancia o a los pequeños agricultores comprar propiedades desaforadamente? Creo que no. Tampoco observo un brillo especial en los panaderos, los tenderos del mercado de abastos o de las tiendas de barrio. Todos ellos y ellas se quejan de las mismas fallas del sistema que el resto de los mortales, de aquellos que no pertenecen a esas clases privilegiadas que cada vez amasan mayores fortunas.
Según el último informe de Oxfam, desde 2020 el 1 por ciento más rico se ha hecho de casi dos tercios de toda la riqueza nueva, casi dos veces más que el 99 por ciento restante de la población mundial; las fortunas de los milmillonarios aumentan 2,7 mil millones de dólares cada día; y las empresas energéticas y de alimentos duplicaron con creces sus ganancias en 2022 y distribuyeron 257 mil millones de dólares a los accionistas más ricos. Y, para más inri, solo 4 centavos de cada dólar de ingresos fiscales provienen de impuestos de los ricos, viviendo más de la mitad de los milmillonarios en el mundo en territorios como gran parte de España, sin un impuesto a las herencias que dejan a sus hijos.
Con este panorama, a los ciudadanos y las ciudadanas a este lado del mundo, los que aun gozamos de libertades y derechos democráticos, se nos ofrecen dos posibilidades para cambiar semejantes dinámicas: hacer un uso provechoso de nuestro voto y adquirir productos fuera de las grandes superficies, volver a las tiendas de barrio. ¡Que a las grandes fortunas les compre su tía!
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión