Coces
Me refiero a las coces de todo tipo que se le propinan a nuestra lengua
josé ángel marín
Lunes, 19 de abril 2021, 23:19
Ando estos días en clases híbridas. Así llaman ahora a las clases universitarias porque son presenciales para el ramillete de alumnos que puede venir a ... clase en pandemia, y, a la vez, son telemáticas para aquellos discentes que tienen que quedarse en casa intentando pillar la hebra a través de la pantallita de las narices, (iba a soltar otro palabro relativo a las gónadas, pero he pensado que tía Gertrudis podía leer la columna y entonces me he embridado).
Ya sé que cuando se vive dentro de una distopía -como la actual- lo peor no es que a las cosas les cambien el nombre y muden los significados. Hay cosas peores. Aun así, creo que conviene puntualizar algo sobre el tema. Me refiero a las coces de todo tipo que se le propinan a nuestra lengua. Sí, coces a ese vehículo que es un puente para quinientos millones de criaturas que tienen el español como idioma materno. Una lengua que vincula a más de 20 países.
Volviendo a lo de híbrido, debo confesar que fruncí el ceño cuando por vez primera -y no hace tanto- oí que ese adjetivo se aplicaba a las clases. El diccionario de la RAE ofrece cuatro acepciones que se corresponden con cada uno de los significados de la palabra según el contexto en que aparece, y ninguna cuadra para las clases; lo que no impedirá que se incluya en el acervo si se extiende el uso.
Bueno, pues el otro día en una de esas clases de bilocación docente (que llaman híbridas), en una de esas sesiones donde un ojo lo tienes en los alumnos presentes en el aula, y con el otro te diriges a la camarita para los que están de aquel lado del éter telemático, digo que andaba yo en esa pirueta ocular más propia del actor inglés Marty Feldman (famoso por sus ojos saltones y su bizquera), estaba, digo, ponderando algunas virtudes de la Constitución de Cádiz, y de entre ellas la noción de España de su artículo 1 ('La nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios'), y pensé que quizá aquella sea una hermosa glosa de lo español que cabría aplicar a la lengua, pues con el idioma se trascienden las fronteras, se potencia el factor humano y se resalta la fraternidad de toda una comunidad. Sin embargo, el castellano no se proclama como idioma oficial hasta la Constitución de 1931. La Constitución de 1812 y las demás del XIX consideraron que era una obviedad que, por suerte, tampoco pasa por alto la Constitución vigente del 78, al señalar en el artículo 3 que el castellano es la lengua oficial del Estado, de modo que todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
El español es un idioma vital y extenso que, dentro de su unidad, variedades y matices, desde el lunfardo argentino al yanito gibraltareño, sirve para que nos entendamos sin mayor esfuerzo y hasta con cierto divertimento. Con todo, no son pocas las coces que recibe nuestra lengua de los cafres habituales, y también –y es lo grave- de los zotes institucionales.
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