
El cisne negro del COVID-19
En la era de la comunicación, esta crisis demuestra que las autoridades van por detrás de la realidad, que toman decisiones tarde
Juan Francisco Delgado
Lunes, 16 de marzo 2020, 02:14
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Juan Francisco Delgado
Lunes, 16 de marzo 2020, 02:14
El año nuevo chino marcaba una nueva era, sin que los propios chinos lo supieran. La aparición en la ciudad de Wuhan de una epidemia ... marcada por un nuevo y desconocido virus, llamado COVID-19. Jamás se pensó que esa epidemia podía llegar a una pandemia global que iba a poner en jaque a todos los países del mundo.
Ha llegado el llamado 'cisne negro'. Es como un fenómeno imposible. Nadie había visto nunca a un cisne negro en Europa en la edad media y se pensaba que no existía, hasta que se vio el primer cisne negro en Australia en 1607. La teoría de Cisne Negro se refiere a los sucesos inesperados de gran magnitud, consecuencias y su papel dominante en la historia. La revolución rusa, la caída del muro de Berlín, Internet, los teléfonos inteligentes, el atentado de las torres gemelas son ejemplos claros.
Y a eso justamente es a lo que nos enfrentamos con el COVID-19. Y se producirán muchos cambios. Nada será igual.
El sistema sanitario ya no volverá jamás a ser igual, y el control sobre las enfermedades potencialmente pandémicas cambiarán todo el sistema. El COVID-19 previsiblemente mutará como todos los virus y la enfermedad nos seguirá poniendo en jaque. Ahora afrontan un reto importante que les hará cambiar los protocolos, los sistemas tecnológicos de control sobre los pacientes para saber en cada momento qué hacen, qué síntomas presentan y cómo se mueven. China ha demostrado con el uso de la Inteligencia Artificial y de una forma práctica como se puede hacer esta monitorización. En la era de la comunicación esta crisis está demostrando que las autoridades van por detrás de la realidad, que toman decisiones tarde, cuando ya hay cuestiones que les han sobrepasado.
El segundo de los sistemas que cambiará será el de la investigación. Los países deberán invertir más en I+D en tema de salud. Bajo el mantra de que la esperanza de vida se ha duplicado en 80 años, la inversión en I+D se había ralentizado en muchos países a partir de la crisis económica de 2008. Ahora hay que recuperar la inversión en investigación y desarrollo, la investigación tecnológica estratégica ligada a la Inteligencia Artificial.
El tercer sistema que cambiará es el de la comunicación. No cabe duda de que esta pandemia ha generado otra segunda pandemia más letal: El miedo que conduce al pánico. Las 'fake news' han multiplicado esa capacidad porque su poder de comunicación y su velocidad en la expansión de noticias negativas y que provocan miedo o inseguridad se multiplica por siete, según muchos estudios. Es decir que también es necesario que los gobiernos inviertan formas más seguras de transmitir información contra los 'hackeos' y 'fake news'. La comunicación cuántica ha llegado. Imagínense que un 'hacker' entra en el sistema de control de la pandemia de un país y manipula los datos de un ministerio o de las autoridades en esta crisis. Eso puede ocurrir hoy en día fácilmente y hay que tratar de evitarlo.
Las relaciones sociales serán otra de las cuestiones que más van a cambiar. Las formas de relacionarnos pasarán a ser más virtuales hasta que se reestablezca la confianza en los contactos y eso tardará. La sociedad virtual ahora está servida de primer plato. Conciertos virtuales, partidos de fútbol sin público y siguiéndolo por las redes… será un mundo inimaginable ahora mismo, de hologramas, y de quién sabe qué productos de la ingeniería informática creativa nos traerá a estas industrias tan lucrativas. En los contactos sociales como los conocemos hasta ahora en los medios urbanos y de altas concentraciones ya nada volverá a ser igual. Habrá un cambio de valores afectivos y de simbología en la comunicación y ganará más espacio el mundo virtual. Los avatares volverán.
Y por último el mundo económico y productivo. Estamos teniendo una caída brutal de los valores en las Bolsas que vaticinan lo peor. No hay clientes. No hay consumo. No hay servicios, salvo los esenciales. La cadena del capitalismo se rompe. Ahora los gobiernos deberían hacer un esfuerzo sin precedentes. Las empresas están desarrollando planes de contingencias para migrar al teletrabajo los sistemas de comunicación y con herramientas específicas para ello. El sistema productivo cambiará porque la cultura presencial deberá cambiar a la cultura de la consecución de objetivos en un tiempo determinado. Un cambio muy necesario que puede mejorar el desempeño sobre todo en la administración pública, donde la cultura presencialista es la única evaluable.
La Unión Europea debería dar una respuesta tranquilizadora, armonizada y protectora de sus integrantes. Lo que ha pasado en Italia es una mala señal. Sólo la acción coordinada sería una buena acción para lograr una estabilidad económica que se hace imprescindible. Están repitiendo la lenta, tardía y alicorta reacción estratégica de la crisis de 2008 y siguientes. Doce años después en los despachos de Bruselas parece que no se ha aprendido nada.
En resumen, y en vista de la evolución previsible de la pandemia y de sus consecuencias económicas, laborales, sociales y sanitarias, para atajar las consecuencias del 'Cisne Negro' con el escenario que vislumbramos a día de hoy será necesario que nuestros líderes deberán tomar decisiones como si de una situación de postguerra se presentara, no sólo por el indeseable numero de víctimas que tendremos, sino también por los estragos económicos y la destrucción del sistema productivo. Ahora los líderes pasarán muchas pruebas de fuego. Saber que estamos ante un 'Cisne Negro' es un pensamiento alicorto, que pone plomo en las alas a la sociedad. Templanza, transparencia, consenso y trascendencia en la toma de decisiones es lo que esperamos ante este desafío global.
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