Solo una mente cerril, una cabeza cuadrada como aquellas que dibujaba Luigi Berkowitz en sus historietas antifascistas de los años 30, puede negar la evidencia ... poética que se ha manifestado esta semana en una calle perdida de Carchuna. La evidencia tiene forma de poste eléctrico y se yergue, mayestático y mudo, en mitad de una calle recién asfaltada. Para el lector que desconozca la noticia le preciso, con mucho gusto, que el palitroque está plantado en medio de uno de los dos carriles de una calle de doble sentido, complicando la circulación y agotando la capacidad de los teléfonos, que echan humo de tantas fotos como ha merecido el prodigio.
El madero está ahí, caído del cielo, ajeno a cuanto le rodea, elegante como un lord y desnudo como los hijos de la mar. Nunca fue más cierto aquello de la imagen y las mil palabras, porque la figura del palo en mitad del carril es demoledora y de una potencia metafórica inigualable.
Antes de que los parapsicólogos se lancen a elucubrar sobre los mensajes ocultos que encierra el poste y de que los expertos en fenómenos paranormales certifiquen que la cosa es obra de seis mil extraterrestres enanos llegados de Orión, no hay que descartar que se trate de un simple malentendido, de una descoordinación entre la compañía eléctrica y la empresa que ha urbanizado la calle. Sin embargo, creo que esta teoría debe ser inmediatamente descartada por su intolerable prosaísmo.
El poste eléctrico de Carchuna tiene mucha miga. Admite tantas interpretaciones como testigos. A su lado, el monolito de Kubrick resulta tan sencillo de entender como el mecanismo de un botijo. La pértiga carchunera, esa estaca huérfana y aborrecida, simboliza como nadie que la vida es un camino tortuoso y lleno de trampas, una carrera de obstáculos que debemos sortear para no acabar estrellados. Es la prueba, una más, de que lo absurdo no es una excepción que divierte y da que hablar, sino algo consustancial a nuestra vida… y más todavía en la Costa de Granada. ¿Por qué si no se construyó hace años en Salobreña un puente a ninguna parte sobre el Guadalfeo? ¿Por qué si no se invirtieron cientos de millones de euros en una presa que lleva veinte años terminada sin haber regado todavía un marjal?
Vaya, he acabado hablando de Rules, nada más lejos de mi intención. Hoy solo quería fijarme en ese mástil solitario e intempestivo de Carchuna y rogar a los trovadores locales que le dediquen unos versos ardorosos y sinceros que hagan palidecer a Gerardo Diego y su ciprés de Silos. Ese poste lo merece.
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