Cuando, hace ya unos cuantos años, mi hermana vino por primera vez a Almería para asistir a mi boda lo que más le llamó la ... atención fue la cantidad de chumberas que veía por donde mirara. Por aquel entonces ella vivía con su familia en Ciudad Juárez, primero; y en El Paso (en la frontera de Estados Unidos con México), después. En ambos lugares utilizaban las chumberas para hacer sopa. No sé cómo la elaboraban, pero sé que la hacían con las pencas de la planta. Aquello me dejó un poco fuera de lugar y ni siquiera recuerdo si le pregunté por si se comían los chumbos o si ni tan siquiera aquellas plantas que tenían allí daban fruto. A mí los chumbos no me gustan, los veo muy dulzones y no me van, además tengo una relación perniciosa con ellos porque alguna vez que los he comprado por mucho que me los hayan dado pelados siempre se me ha quedado alguna pincha (he leído por ahí que se llaman así a esos filamentos con los que se protegen) en el dedo.
Viene esto a cuento por la versatilidad de esta fruta tan propia de Almería con la que uno puede deleitar su paladar comiendo los higos o cocinando sopa como la hacía mi hermana. Pero la Asociación Amigos de la Alcazaba le ha encontrado otra función y es utilizar un chumbo verde para 'premiar' a quien atenta y no protege el patrimonio histórico y cultural de la provincia. Una remesa de higos insuficiente para condenar todas las tropelías que se han perpetrado en esta provincia contra su rico patrimonio que de no haber ocurrido Almería sería un lugar a la cabeza de cualquier ranking de lugares y obras de interés que visitar en esta Andalucía nuestra. Porque, desgraciadamente, han sido legión los energúmenos que por intereses económicos (sobre todo), o personales han ido destruyendo poco a poco nuestras raíces y el legado que nos dejaron quienes estuvieron antes aquí y que, lamentablemente, no vamos a poder legar a quienes vengan después.
Volviendo a la asociación Amigos de la Alcazaba el miércoles entregaron, una vez más, sus premios, los que sirven para reconocer el trabajo de aquellos que sí creen y defienden nuestra memoria y el chumbo verde que condena las barbaridades cometidas. Un premio, el chumbo verde, que muy rara vez viene el 'premiado' a recogerlo. Recuerdo con nostalgia a Alfredo Valdivia, a la sazón delegado de Cultura de la Junta de Andalucía, que sí lo recogió tras el célebre 'taladrazo' en la Alcazaba. Y también a Manuel Guzmán, concejal de la capital, por las obras en el Mesón Gitano. Aquello les honró, pero yo creo que tanto Valdivia como Guzmán fueron listos porque el chumbo verde de Amigos de la Alcazaba es precioso y a mi no me importaría llevarme uno a casa, pero no lo voy a lograr porque tampoco voy a atentar contra nada. Ahora bien, no sé en esta ocasión cómo el alcalde de Huércal de Almería y los representantes de la empresa Alvores no acudieron a por él. El chumbo se les dio por la destrucción a plena luz del día, con prepotencia y chulería del acueducto de las Cumbres que les molestaba para llevar a cabo sus proyectos urbanísticos, o sea, para construir casas de lujo. A fin de cuentas se trata de mentalizarse y pasar un mal rato porque, al final, la gente que en el fondo tiene buen corazón valora tanto la valentía de quien va a recoger un premio crítico que acaba aplaudiéndolo y hablando bien del valiente de turno olvidando en realidad la burrada por la que mereció el premio.
Y mientras uno recoge el 'galardón', da un escueto y educado gracias y posa para la foto mira al respetable pensando que dentro de unos años ya nadie se acordará de porqué le fue otorgada tan noble distinción mientras se ha llenado los bolsillos con el dinero de las casas vendidas, el constructor; y sigue percibiendo dinero fresco en forma de tasas municipales, el ayuntamiento. Y además, se lleva un trofeo bonito de verdad a su casa que le recordará siempre el dinerito ganado.
Lástima que Amigos de la Alcazaba, cuya labor es más necesaria que nunca, no hubiera llegado antes a luchar por nuestro patrimonio porque de haber sido así nos habríamos ahorrado muchos disgustos y ahora disfrutaríamos de una capital bonita de verdad, porque de alguna manera ya lo es, pero basta con darse una vuelta para comprobar cuánto bárbaro destructor ha habitado esta tierra. Lo mismo en esta provincia donde los depredadores del patrimonio han hecho su agosto. Larga vida a Amigos de la Alcazaba.
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