¡Choca esos cinco!
En España hemos acordado una amnistía, un perdón y un olvido o, por lo menos, un silenciamiento. Y nos hemos dado la mano
José María Becerra Hiraldo
Miércoles, 30 de octubre 2019, 22:18
En las relaciones humanas hay personas introvertidas y extravertidas, tímidas y lanzadas, calladas y dicharacheras, y así podríamos seguir. Vamos a fijarnos en las manos ... para descubrir sentidos y sentimientos de las personas a través de esas manos.
La mano que tapa parcial o totalmente la boca, aunque sea disimulando el gesto con una ligera tos, indica reserva hacia lo que decimos o escuchamos. Las manos que se estrechan con las palmas en forma vertical (de canto) transmiten respeto, simpatía y seguridad en uno mismo. Estrechar la mano de otro es señal de saludo, felicitación o acuerdo. Pero el 'apretón' excesivo de manos produce rechazo e irritación en la persona apretada, que siente una antipatía casi inmediata por su interlocutor. La mano flácida de las mujeres burguesas, o entregando sólo dos dedos, produce más rechazo aún que el apretón excesivo; se llama 'mano de pescado' y demuestra timidez e inseguridad y falta de confianza en uno mismo y en su interlocutor. Se está popularizando el 'frotar la espalda' con la mano derecha en señal de gran cariño entre parientes o amigos. Reteniendo largo rato la mano de la persona que se saluda se demuestra confianza. Los políticos suelen hacerlo, facilitando, además, la pose fotográfica.
Estrechar la mano derecha y cerrar el saludo con la izquierda, bien a la altura del hombro, bien agarrando la muñeca del interlocutor: se la denomina 'estilo guante' y demuestra seguridad, fuerza y posesión. Es típica de políticos y grandes empresarios, de personas agresivas que inician el saludo tratando de pasar por honestas y dignas de confianza. Cuando se saluda de esta manera a alguien a quien se acaba de conocer, resulta grosero y poco elegante.
Chocar las palmas es una costumbre moderna que tiene su origen en el baloncesto americano. Implica compañerismo. El verbo 'chocar' tiene también la acepción de darse la mano en señal de saludo, conformidad, enhorabuena, etc. Incluso existe la expresión coloquial 'choca esos cinco' con que se pide a alguien estrechar la mano. Fue tradición en los pueblos cerrar un trato estrechando la mano.
Volvamos al estrechar la mano de otro. Dice Antonio, un amigo, que no soporta al tío que le da la mano blanda: «Hay que saludar con ganas, con pasión, si no, no es café café, es algo descafeinado, ni chicha ni 'limoná'». Yo disiento. ¿Las actitudes son A o B? ¿Mano apretada o mano blanda? ¿Los acuerdos son sí o no? ¿Puede arrepentirse uno de lo acordado? El saludo puede ser un acuerdo, un acuerdo entre hombres, que equivalga a un certificado; es una firma. Y un español no se raja. Hombre, eso es maniqueísmo. El término maniqueo es un adjetivo para designar al grupo de personas o persona que seguía las doctrinas de Maniqueo, que admitía dos principios creadores, uno para el bien y otro para mal (escribía yo estas palabras en el mes de julio). El maniqueísmo político es considerado como la actitud de ciertas personas, de dividir las ideas, o personas en dos grupos: los del bando bueno, los míos, y los del bando malo, los otros, en forma irreductible.
Unamuno, ahora que se habla tanto de él, decía que España se dividía en los hunos y los 'hotros'. Como se observa a lo largo de los años, el maniqueo en política siempre asume que está en el lado bueno, y existe la parte de la sociedad que cae en maniqueísmo y etiqueta que toda la gestión del gobierno está mal si le toca a uno la oposición. Hubo en la historia de España un 1977, en que se acordó una amnistía entre bandos de la guerra civil. Borrón y cuenta nueva. Sobre este acuerdo se construyó la transición, algo único y singular en la vida de un país. No hacen bien los Chirveches y los Vigueras al remover escenas propias de la literatura hemingwayana (léase 'Por quién doblan las campanas').
La Iglesia, como siempre, va por su lado y no olvida a los suyos. Son mártires y los hace santos. Todos sabemos que existió una tapia en el cementerio de Granada, todos hemos visto la cripta de la catedral de Jaén, todos hemos oído hablar de las sacas en la provincia de Almería, supervisadas directamente por el gobernador civil de la provincia (podría dar su nombre pero no lo doy), quien, según los testigos, asistía a estos actos previos a los asesinatos con «visibles muestras de regocijo». Algunos sabemos de los despeñados por el tajo de Ronda, en Málaga. Pero hemos acordado una amnistía, un perdón y un olvido o, por lo menos, un silenciamiento. Y nos hemos dado la mano.
El señor Amenábar no sabe que la guerra ha terminado. Por favor. ¡Cómo va a durar una guerra 80 años! Hubo un acuerdo entre el Museo del Prado y el MoMa de Nueva York, gestado por un tal Íñigo Cavero, a la sazón ministro de Cultura, para que el Guernica de Picasso volviera a España, una vez muerto Franco. Pues una vez muerto Franco, Picasso y el súrsum corda, se acabó la guerra. El Guernica es una 'metáfora de la reconciliación' de las dos Españas.
Choca esos cinco, pero sin apretar mucho.
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