Ceuta y Granada
El patio de los neones ·
Resulta difícil, de camino a Algeciras, no pensar que la ciudad ceutí tiene mucho de Granada, y no solo el campus. La mezcla de acentos andaluces y árabes, pero también las referencias a la Alhambra, múltiples y recuerdos, de muchos de los expulsadosFernando Fedriani
Viernes, 14 de junio 2019, 08:22
Voy a escribir este texto mientras regreso a la Península. Andalucía se ve desde fuera como si estuviésemos en pleno viaje astral. Mi cuerpo es ... lo de allá, me veo. Pero yo no estoy dentro, sino afuera de ella, fuera de mí. He atrapado el ferry con muchas dificultades, pero he logrado embarcar. Curiosa expresión esa: aunque se dice de los aviones, los barcos lo propician mucho mejor. Veo las gaviotas, el mar está tranquilo, aunque hay una ligera bruma que diluye los contornos. Dentro de pocos minutos dejaré Ceuta detrás, ese brochazo casi andaluz que, saliéndose de los márgenes, pinta el norte de África con nuestra textura.
Ceuta me ha parecido un retén de armario, una melodía de otro tiempo. Ceuta tiene algo de esa niñez hiperónima que todos hemos pasado en algún lugar de costa. Hay pescados en salazón colgados de tenderetes endebles y todo ello en zonas no turísticas. Todo parece sin prostituir todavía. Los niños juegan en laderas puntiagudas sin que sus madres los atosiguen. Podría decirse que los artículos de costumbres singuen sin estar determinados, son indefinidos. Su pátina se aparece a la que tenía ese kiosco de playa en el que siendo pequeños todos hemos comprado cormos y chicles, que ahora son solo clichés.
Vine aquí de la mano de la Universidad de Granada, pues posee la tutela de uno de los campus de la ciudad autónoma. Sin embargo resulta difícil, de camino a Algeciras, no pensar que la ciudad ceutí tiene mucho de Granada, y no solo el campus. La mezcla de acentos andaluces y árabes, pero también las referencias a la Alhambra, múltiples y recuerdos, de muchos de los expulsados. Hay mucho de Granada aquí, o allí, porque ya me marcho.
Ondea, y lo hace con brío, la bandera blanca y negra, pero también la propia de Europa. El cristal está sucio y los borrones blancos son pañuelos que se agitan sobre el firmamento. Todos somos firma y mente. El tema de España está presente más que nunca y lo hace especialmente en rincones como este donde todos nos vemos ir, recordamos nuestras hazañas navales, rememorando nuestra unidad y nuestros años de grandeza imperial. Pequeños y acomplejados somos, porque lo somos, desde aquí y en la proyección de la proa, el lugar hacia el que parten todas las olas.
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