Cerebro y corazón
Tribuna ·
Vivimos en una sociedad que fomenta la competitividad y el individualismo y crea personas inseguras y ansiosasana moreno soriano
Sábado, 10 de julio 2021, 23:21
Hace unos días compartí en mi muro de Facebook una entrevista al doctor David Hamilton, autor del libro 'Los cinco beneficios de ser amable', en ... el que explica que la amabilidad dilata las arterias y reduce la presión sanguínea, es un antídoto contra la depresión y retrasa los procesos del envejecimiento y que las personas estamos programadas para ser bondadosas.
Fueron bastantes los amigos y amigas de Facebook que, a su vez, compartieron la entrevista y que manifestaban su acuerdo con el autor con comentarios muy favorables. La amabilidad -como la educación, como la bondad- debería ser la pauta en las relaciones interpersonales, pero desgraciadamente no es así: la crispación y el enfado están a la orden del día en demasiadas ocasiones que no terminan en choque, porque siempre hay alguien que hace gala de más sensatez.
Pero no deberíamos escandalizarnos, porque vivimos en una sociedad que fomenta la competitividad y el individualismo y crea personas inseguras y ansiosas; que habla con ingenuidad del yoísmo mientras justifica la ferocidad del sálvese quien pueda y que deja poco tiempo para ver y conocer a quienes están a nuestro lado. Nuestra conciencia, que es la forma de ser y de entendernos como seres humanos, está determinada por unas circunstancias históricas y se manifiesta en lo que hacemos, pensamos y sentimos; reconocernos y amarnos es sentirnos parte del mundo, poner en común nuestros sueños para avanzar, mantener los vínculos que nos fortalecen.
En el engranaje de producir y consumir al que quiere abocarnos el sistema, algunos sentimientos pueden verse como una rémora para conseguir objetivos pero, afortunadamente, basta con pensar un poco para reivindicar el significado del verbo amar -que está en el origen de amabilidad y amable- y para entender con el corazón.
Me apresuro a decir que no es nada nuevo: el mensaje de Jesús de Nazaret es un mensaje de amor, que San Francisco de Asís expresó en la hermandad con todas las criaturas y San Juan de Dios, el loco de Granada, con los pobres y enfermos; la solidaridad es la ternura de los pueblos y eso es lo que trajo a España a luchar contra el fascismo a jóvenes de cualquier lugar del mundo que integraron las Brigadas Internacionales; España en el corazón es el título de los poemas que escribió Pablo Neruda durante la Guerra Civil; Mariana Pineda bordó en la bandera de la libertad el amor más grande de su vida, según palabras de García Lorca; Gramsci recomienda el entusiasmo y se expresa con igual cariño que fortaleza en sus cartas desde la cárcel; abundan las citas de Fidel Castro y del Che Guevara, en las que, junto a la palabra revolución, aparecen amor y ternura, igual que en las canciones de Violeta Parra y en los versos de Gioconda Belli, de Ernesto Cardenal, de la poeta palestina Fadwa Tuqan; el amor está en la razón poética de María Zambrano y en los poemas de lucha y resistencia de Felipe Alcaraz y de Manuel Ruiz Amezcua.
Y el título de esta columna se debe a Nicolás Guillén, que nació un diez de julio de mil novecientos dos. Es el poeta cubano con quien cantamos 'Soldadito de Bolivia' y 'La muralla' y su poesía está impregnada de color y de música; es un canto de alegría revolucionaria, de esperanza y de solidaridad, de firmeza y de ternura, cuando evoca la paloma de vuelo popular, el largo lagarto verde de la isla abierta al mundo, la canción de cuna para despertar a un negrito…
'Cerebro y corazón' pertenece a la primera obra poética del autor y contiene un precioso poema titulado 'Palabras fundamentales', que termina con estos versos: «Y si el sostén nudoso de tu báculo/ encuentra algún obstáculo a tu intento/ ¡sacude el ala del atrevimiento/ ante el atrevimiento del obstáculo!». Una invitación a la vida y al amor, sin duda; a pensar en el vuelo del corazón…
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