¿Casualidad o causalidad?
Tribuna ·
La coincidencia de que, desde Europa hasta Asia, siete países con mujeres al frente destaquen por su gestión en la pandemia del coronavirus no está pasando inadvertida para analistas y observadores internacionales, que estudian este fenómeno y señalan que es algo más que una casualidadManuel Martín García
Domingo, 17 de mayo 2020, 02:15
De los 193 países que hay en el mundo, solo 10 están gobernados por mujeres. Este es un dato que como mínimo, nos tendría que ... hacer reflexionar. Una circunstancia que no nos pueden dejar indiferentes.
Según un informe presentado en la 74ª Asamblea General de la ONU, celebrada en septiembre de 2019, el 90% de los jefes de Estado y de Gobierno son hombres, al igual que el 76% de los parlamentarios; la gran mayoría de los países no han sido gobernados nunca por una mujer, siendo esto igual en todas las regiones del mundo. María Fernanda Espinosa, presidenta de dicha Asamblea General, manifestó que, «aunque ha habido un pequeño aumento en la representación de las mujeres en política, para llegar a la paridad se necesitarían unos 107 años y que a menudo las candidatas, políticas en ejercicio, ministras, parlamentarias, alcaldesas y lideresas comunitarias se enfrentan a grandes barreras: desde resistencias dentro de sus propios partidos, hasta dobles raseros, y un tratamiento discriminatorio en ciertos medios de comunicación». Son realidades y cifras inaceptables que hablan por sí solas.
Las mujeres y niñas representan la mitad de la población mundial y también, por lo tanto, la mitad de su potencial. Sin embargo, la desigualdad entre mujeres y hombres persiste hoy en todo el mundo, provocando por lo tanto el estancamiento del progreso social.
Hace unas semanas, la revista norteamericana Forbes publicaba un artículo que traspasó fronteras y recorrió tanto las redes sociales como los grupos de WhatsApp. Bajo el provocador título '¿Qué tienen en común los países que mejor están respondiendo al coronavirus? Que están gobernados por mujeres', Avivah Wittenberg-Cox afirmaba que los países con presidentas y primeras ministras mujeres han hecho mejor su trabajo y han sido ejemplo de buenas prácticas en esta crisis de la Covid- 19. Angela Merkel (Alemania), Katrín Jakobsdottir (Islandia), Erna Solberg (Noruega), Mette Frederiksen (Dinamarca), Sannna Marin (Finlandia), Tsai Ing-wen (Taiwan) y Jacinda Ardern (Nueva Zelanda), según este artículo, son algunos ejemplos de esta buena gestión.
¿Casualidad o causalidad? ¿Ha sido el destino? Hay quien piensa que las cosas ocurren por casualidad. Yo, sin embargo, creo en las causalidades. Son palabras muy diferentes, aunque parecidas, tal vez por eso se confunden. Según el diccionario de la lengua española, casualidad es un sustantivo femenino que significa «combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar y que caracteriza a los acontecimientos imprevistos. Y causalidad, sustantivo femenino que significa «relación o vinculación entre una causa y su efecto o resultado de una cosa. Conjunto de cosas que causan algo». «Una epidemia, por ejemplo, es causada por alguna razón».
Para mí cada vez es más fuerte el poder de la causalidad que el de la casualidad. Todo lo que sucede tiene una relación causa-efecto. La casualidad siempre me pareció un recurso fácil para quienes son incapaces de encontrar explicaciones coherentes.
La coincidencia de que, desde Europa hasta Asia, siete países con mujeres al frente destaquen por su gestión en la pandemia no está pasando inadvertida para analistas y observadores internacionales, que están estudiando este fenómeno y señalando que es algo más que una casualidad.
¿Si solo el 5% de los gobiernos del mundo están liderados por mujeres es casualidad que esos países hayan destacado por su buena gestión en la crisis del coronavirus? Los analistas destacan un estilo común en todas ellas a la hora de actuar basado en capacidad de decisión rápida e inmediata; veracidad; ciencia y tecnología como principales aliados; uso adecuado de la tecnología; mensajes efectivos, claros, transparentes y empáticos; máxima unidad política, complicidad de toda la sociedad y gran creatividad en las soluciones, entre los más principales.
Soy consciente de que esta noticia para algunas personas puede ser polémica y controvertida, pero creo sinceramente que nos brinda una magnífica oportunidad de reflexionar sobre los derechos de las mujeres y la igualdad en nuestro mundo. Nos indica que existen razones políticas, ideológicas y éticas que llevan a la sociedad a esperar, demandar y apoyar actitudes, posicionamientos y prácticas más igualitarias. Visualiza que la igualdad es un valor de convivencia y un derecho humano.
La pandemia está visibilizando muchas realidades, esta es una de ellas. Biológicamente diferentes, sí. Dotadas de semejantes capacidades para emprender aquello que se propongan, también. Mujeres y hombres, hombres y mujeres son personas. Merecen semejante respeto, idéntica consideración y análoga atención, dentro y fuera de casa, en el trabajo, en la calle y en la política. Desgraciadamente, la realidad es más cruda. En la actualidad, existen barreras que convierten la vida de las mujeres en un camino de obstáculos.
La sociedad necesita de todos. En consecuencia, mujeres y hombres deberíamos ser iguales, recibir el mismo trato, tener posibilidades similares. Estos objetivos sólo están sancionados en la letra de la Ley. Quedan focos residuales, pero poderosos, que se empeñan en aplicarla a su antojo, conveniencia e intereses.
Tal vez la crisis del coronavirus también sea una ocasión de oro para construir otro modelo social más igualitario, justo y democrático. Un mundo más justo para las mujeres, donde todas las personas tengan las mismas oportunidades y derechos. Porque la igualdad en la medida que permite ampliar nuestro horizonte vital, nos convierte en mejores personas y, en consecuencia, a los hombres nos hace más hombres. Defender la igualdad de las mujeres, no implica menospreciar o condenar a los hombres. No se trata de ser más, se trata de ser iguales. Es de justicia.
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