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Andrés Manuel López Obrador, presidente de México REUTERS
Carta de provocación

Carta de provocación

Editorial ·

Ninguna diatriba sobre el pasado puede comprometer la relación entre españoles y mexicanos en pos de un progreso compartido

Martes, 26 de marzo 2019, 23:56

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La conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlán, la gran ciudad azteca, ha sido utilizada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para requerir al Rey Felipe VI disculpas públicas en nombre de España por los abusos cometidos durante la conquista de aquel territorio y a invitarle –también al Papa Francisco– a «hacer juntos un relato de lo sucedido desde el inicio de la ocupación, de la invasión, de los tres siglos de colonia y los 200 años de independencia». Se trata de un emplazamiento sin precedentes en las relaciones de nuestro país con sus socios latinoamericanos y abiertamente irresponsable. López Obrador, con su gesto y sus declaraciones, proyecta las situaciones de injusticia y exclusión que padecen millones de mexicanos de hoy contra el pasado de España. Aviva sensaciones de agravio para, sin duda, contener las demandas que sus administrados comienzan a formular a la presidencia recién estrenada por quien hace dos meses recibió a Pedro Sánchez en visita oficial sin requerirle nada al respecto. López Obrador ha anunciado que, por su parte, pedirá perdón por la opresión a la que, tras la independencia, fueron sometidas las comunidades indígenas, por el exterminio de los pueblos yaquis y mayas, y de la población china prácticamente esclavizada. Aunque de su relato se infiere que todo comenzó con la llegada de Hernán Cortés. López Obrador advirtió de las «heridas abiertas». Pero su iniciativa no ayuda a cerrar las que existan en la memoria de los mexicanos porque se basa precisamente en hurgar en ellas. Del mismo modo que es absurdo que el actual presidente de México se haga cargo de los excesos cometidos por los mexicas antes de la llegada de los españoles, resulta provocador que reclame a Felipe VI una solicitud de perdón por decisiones y actuaciones de hace cinco siglos. Tampoco tiene sentido que la carta al Rey y las declaraciones posteriores de López Obrador, tomadas como afrentas, deriven en una revisión histórica que presente la conquista de México como una empresa benefactora por parte de la España y de los españoles de entonces, que habrían cumplido el mandato de una misión civilizadora. Es imprescindible que la discusión sobre el pasado abandone la tribuna partidaria –especialmente, en tiempo electoral– y se atenga a las investigaciones que nos ofrecen los expertos. Sin que se promuevan acusaciones y réplicas que comprometan la suerte, en este caso, de las relaciones presentes y futuras entre los españoles y los mexicanos en pos de un progreso compartido.

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