'Llámame Lorca'. Manuel Liñán
Carmen González Sánchez
Viernes, 22 de agosto 2025, 22:56
Nada de luces mágicas con efectos especiales, Tampoco de vestuarios multicolores. No, no es necesario que miremos más. Autenticidad y misterio. Música que es tan ... de verdad que unos pies la llevan. Verdad de asombro, de ejercicio poético en un escenario que no necesita ser escenario para deslumbrar, sino para hacernos descubrir la pasión suelta, oculta entre las raíces… que ya unos tacones la llevan, la elevan. Porque, al duende, como expresó Lorca en su conferencia: 'Juego y Teoría del duende', «hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre. Sólo se sabe que quema la sangre como un trópico de vidrios, que rompe los estilos, que se apoya en el dolor humano que no tiene consuelo».
Algo de esto nos ha dado la obra 'Llámame Lorca', en este nuestro, demasiado nuestro, Generalife: un repaso de las obras del poeta desde dentro de las entrañas de un escenario de cipreses que, inmóviles, se elevan. Ahí están nuestros grandes Curro Albaicín y José Maldonado y la voz auténtica de Falete en la luz de nuestros ojos, que nos hacen intimar con los versos del Romancero Gitano, en esa la voz que le sale por dentro hasta herirlo, ceñido por un corsé: cuatro gritos salen como solitarios ayes, de soledad, de ofrenda, como si todos tuviéramos a Federico dentro. Desgarrada su voz pero tan bella, tan limpia que volaban los trajes, las camisas como una fina luz que nos llevara a la siguiente escena: «La luna vino a la fragua / con su polisón de nardos». Que los versos los llevaba con la mano, con sobriedad. Tan lúcida nuestra Raquel Heredia que se alzaba sola, con su voz interior.
«Y la musa caminaba sola», lentamente se paraba. No, esta voz nos coge.
Nada de sinuosidades, aquí las palabras del poeta hacen blanco, aparecen dentro y se desatan como un arte antiguo, tan original como el duende del poeta, tan elegante y sobrio que no es necesario mirar más: los aplausos y el público de pié aún no nos han sacado de la escena: que se han quedado allí, entre los cipreses, en esta noche de verano.
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