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Carisma

A la última ·

Pío García

Martes, 1 de noviembre 2022, 00:34

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Los primeros cristianos llamaban carisma al don gratuito que Dios concedía a algunas personas. Una lengua de fuego, una paloma que aletea, un soplo divino ... que desciende caprichosamente sobre alguien. Hasta los ateos sabemos que el carisma existe, aunque tratemos de buscarle explicaciones psicológicas no del todo convincentes. El carisma no se merece, simplemente se recibe, y tampoco es el resultado de ninguna afanosa contabilidad. De hecho, conduce con mayor seguridad al fracaso que al éxito porque los vientos de la genialidad son volubles y se resisten a ser encerrados en una hoja excel. Esto los aficionados al fútbol lo sabemos bien: Maradona tenía carisma y Messi no; Mágico González tenía carisma y Cristiano Ronaldo no. En las fulgurantes piernas de Messi y en los músculos graníticos de Ronaldo hay esfuerzo, geometría, habilidad e incluso inteligencia, pero, por mucho que entrenen, por más copas que levanten, por muchos balones de oro que consigan, jamás podrán adquirir el elixir indescifrable que algún demiurgo travieso derramó sobre el Mágico, que nunca ganó nada ni falta que le hizo.

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