La cara amable
Puerta Purchena ·
«Siendo conscientes de mi mis propias miserias fuera de foco, me gusta fantasear con las de los demás»Elena Sevillano
Almería
Sábado, 30 de mayo 2020, 23:32
Creo que nunca le he hecho más fotografías ni más vídeos a mi hijo que en estos dos meses y pico de pandemia, confinamiento total, ... fase 1, fase 2, que esto tiene más pantallas que un videojuego... Pero a lo que vamos: la imagen digital sustituye a la presencial, qué remedio, y, de esta forma, abuelos, tíos y familia en general han podido ver en todo su esplendor a un niño de cinco años activo, creativo, ocurrente, muy risueño y simpático. Bañándose en la playa, disfrazándose, en bici, con un cuento. Mandar el documento gráfico en cuestión por WhatsApp o por correo electrónico y que lleguen los aplausos, los oooh, los ahhh, los «es que está para comérselo», los «míralo, el tío», los «ay mi niñoooooqueganastengodeverteeeeeeee» es todo uno. Éxito de crítica, público entregado, petición de bises. Y cuando el niño se dirige a cámara y dice «Te echo de menos» y lanza un beso volado, muac, ya es que hasta me imagino las babas resbalando al otro lado de la pantalla.
Y así es como debe ser.
Pero claro, esta es solo la mitad de la película, la cara amable, la apta para todos los públicos, la luz, el arco iris sabor chicle de fresa, las estrellas brillando y el universo entero sonriendo en armonía. Por razones obvias no grabo las situaciones, cómo expresarlo, menos lucidas de mi criatura. Ni cuando persigue al pobre gato, que es un santo, hasta debajo de la cama y lo saca a rastras; ni cuando dice que no que no y que no, que la tarea es aburrida, y que su menda no piensa hacerla; ni cuando me enzarzo con él porque su cuarto es un campo de batalla; ni cuando le entra el genio y se transforma en un Chucky de puños apretados y humo saliéndole por las orejas, cual cafetera a punto de explotar:
–Dani, cuenta hasta 10.
–Unodotrescua.... QUE NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
Lo normal, imagino (espero).
Cuántas veces no habré tenido que parar un vídeo (y no mandarlo, por supuesto) porque mi retoño se ha desnudado en directo, o dicho alguna inconveniencia:
–(voz en off, la mía, mayormente) Tu amiguita X cumple hoy años y no puede celebrarlo contigo porque estamos confinados. ¿Qué quieres decirle?
–Que es fea, y tonta.
Enseñamos el trozo de vida, o la perspectiva, o el ángulo que más nos favorece. Verdad de perogrullo. Contamos lo que nos apetece que el mundo sepa, y si tu amiga tiene que repetir 30 veces la foto para sacarte guapa y luego subirla a Instagram diciendo «¡Foto robada!», pues lo hace, claro que sí. Y si tu bebé duerme plácidamente después de hora y media berreando, es entonces cuando te arreglas los pelos como puedes, pruebas un escorzo para que no se te vean mucho las ojeras, pero con cuidado, que sale papada, y tomas la imagen para aderezarla con un tierno «¡Buenas y dulces noches a todas las mamás!».
Siendo conscientes de mis propias miserias fuera de foco, me gusta fantasear con las de las demás. ¿Qué fallo se vería en las 29 imágenes descartadas? ¿Cuál hubiera sido la estampa de esa madre con ese hijo media hora antes? Pues ni más ni menos que la otra mitad del cuento, la que nos hace imperfectos, humanos. Carne y hueso debajo de todos esos píxeles tan rutilantes.
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