Cantoria
Puerta Purchena ·
La ocasión me viene de la mano de Cosentino, que ha firmado un acuerdo con el ayuntamiento para consolidar el suelo ocupado y poder ampliar sus instalaciones. Yo conocí a su padre cuando se construía Torre Triana en SevillaCuando empecé a conocer Cantoria, en Almería capital presumíamos de vivir en una ciudad. Cantoria no era más allá de unas pocas casas alineadas -o ... no-, dentro de un marco rural que no parecía tener relevancia desde el punto de vista habitacional. Y La Hojilla, con sus camas de farfolla y sus gallinas, no era más que un cortijillo. Sin embargo, el atractivo de ese paisaje, de ese entorno, era para mí algo así como el paraíso. Supongo que ya no -desgraciadamente, Cantoria siempre me pilla lejos-, pero en aquella época había un riachuelo en donde yo jugaba cogiendo ranas y renacuajos (que devolvía al agua, claro). Era una delicia ver crecer a esas criaturas. Parecían ellas disfrutar en un ambiente idóneo, mientras que yo me criaba la mayor parte del año rodeado de casas y manchando mis pantalones cortos con la tierra de las calles aledañas a la cuesta El Rastro.
Pero lo del río no era sino uno de los atractivos que reunía aquel paraje, íntimamente ligado a los episodios más agradables de mi infancia. Aquellos cerros, aquellas pencas, los almendros, algún olivo, los naranjos, las huertas... Todo, en fin, constituían para mí el escenario más adecuado para crecer de acuerdo con la naturaleza (algo que se puso de moda mucho tiempo después).
Por eso, cuando mi culillo de mal asiento me llevaba por parajes moderadamente lejanos, siempre añoraba Cantoria como lugar para reencontrarme conmigo mismo. Mis modestos devaneos por tierras catalanas, o incluso británicas, terminaban siempre en mi paraíso: Cantoria. Allí volvía yo convertido en un chaval ya casi hombre -con recursos económicos propios, eso sí- para patearme esos rincones inolvidables. Dicen que yo subía los cerros corriendo, algo absurdo para vencer una cuesta. Y era feliz.
Así que, cuando alguna noticia acerca ese pueblo a la actualidad, ahí estoy yo bebiéndome la información y disfrutando a distancia, como un cantoriano más. Y la ocasión me viene de la mano de Cosentino, que ha firmado un acuerdo con el ayuntamiento para consolidar el suelo ocupado y poder ampliar sus instalaciones. Yo conocí a su padre cuando se construía Torre Triana en Sevilla. Entonces, la firma no estaba ligada a Cantoria, como lo está hoy día; pero sí representaba la industria del mármol de mi tierra.
De aquella primera empresa del mármol con la que yo tuve un esporádico encuentro en Sevilla a la multinacional de hoy todo ha cambiado mucho. Imposible en mi juventud adivinar la dimensión industrial que iba a llegar a tener un entorno tan beatíficamente rural. Y, sin embargo, hoy siento un regocijo íntimo cuando veo que Cantoria avanza con los tiempos. Un catedrático de arte me elogió en su día la belleza del templo del pueblo, al que yo había acudido muchas veces sin reparar en sus méritos. Aquello me enseñó que no siempre se aprecia lo que se tiene. Por eso, en estos momentos, todos los que amamos a esa tierra debemos asumir el cambio que se está produciendo. Porque hoy, además del cultivo de naranjas y otras delicias a las que se dedica mi primo Joaquín, está brotando una nueva cosecha. Y, gracias a ella, muchos cantorianos saldrán beneficiados. Porque habrá más trabajo. Y, también, porque el nombre de Cantoria ya está sonando allende nuestras fronteras. Y para bien.
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