El caniche de Rivera
El perrito del candidato de Ciudadanos es un intento de última hora para provocar sentimientos positivos, algo así como la versión actualizada de aquella niña de Rajoy con la que el PP trató de demostrar la empatía de su presidente
curri valenzuela
Lunes, 4 de noviembre 2019, 22:52
No está mal elegida la mascota con la que Albert Rivera encara la última semana de lo que puede que resulte ser su carrera política. ... El caniche al que se abraza en las imágenes de sus redes sociales es, según los expertos, uno de los perros más listos. Como su dueño temporal; un líder que sabe que necesita aparecer cercano, próximo a los votantes que le han querido tanto hasta hace tan poco y de los que se ha distanciado a base de cometer un récord de errores, uno tras otro. Así que el perrito del candidato de Ciudadanos es un intento de última hora para provocar sentimientos positivos, algo así como la versión actualizada de aquella niña de Rajoy con la que el PP trató de demostrar la empatía de su presidente.
De ser más fiel a su imagen real que a sus deseos, Rivera tendría que fotografiarse abrazado a una veleta. No sabemos si por su propia decisión o aconsejado por asesores, ha desempeñado durante los últimos cuatro años el papel de líder del partido bisagra de la política española, a imagen y semejanza de los partidos liberales europeos que sirven para prestar su apoyo tanto a la derecha como la izquierda. Pero lo ha hecho de una forma peculiar: equivocando esos apoyos en la mayor parte de las ocasiones que se le han ido presentando.
Recién aterrizado en el Congreso de los Diputados en 2016 Rivera prestó su apoyo a Pedro Sánchez para convertirse en presidente de Gobierno en aquella investidura que fracasó porque Podemos se negó a colaborar con ellos. Y lo hizo mostrando su preferencia hacia el candidato socialista en lugar de hacia el popular, pese a que Rajoy había ganado las elecciones. No importa: meses más tarde facilitó la investidura de este y le apoyó hasta que, dispuesto a romper con él, fue sorprendido por la moción de censura de Sánchez, la izquierda y los nacionalistas. A partir de ahí se adjudicó a sí mismo el papel de líder de la oposición y a punto estuvo de convertirse en ello cuando en abril de este año se quedó a 210.000 votos de Pablo Casado.
Es difícil haber enfadado a tantos votantes en tan poco tiempo, pero Rivera lo ha ido consiguiendo poco a poco, pero sin descanso, a lo largo de estos meses. Ofuscado por intentar de nuevo ocupar el espacio del PP, se negó no solo a apoyar la investidura de Sánchez, como le recomendaban muchos de los suyos, sino incluso a ponerse al teléfono cuando este le llamaba. Enfadó luego a sus votantes de derechas poniendo trabas a que se formaran gobiernos en comunidades y ayuntamientos con el apoyo también de Vox. Y luego ya remató la faena ofreciendo al líder del PSOE un apoyo en el último minuto que descolocó simultáneamente a sus seguidores provenientes de su izquierda y de su derecha.
Ahora, quizás solo su simpático caniche sospecha lo que Rivera se propone hacer a partir del próximo domingo.
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