Cambiar el modelo

Ahí radica el truco. Cuando las cosas van mal dices que ojalá tuviésemos otro modelo productivo y, tras la vulgaridad, te sientes como el gran experto que la Providencia ha enviado a este castigado país para salvarlo.

Otra cosa es que, enunciada la perogrullada, el ingenioso prócer sepa qué hacer.

Llevamos este siglo con sucesivos diagnósticos sobre las deficiencias del modelo productivo y la necesidad de cambiarlo. Cada hornada de políticos se propone cambiar todo el modelo. Ninguno llega a la sofisticación de Zapatero en 2008, cuando se fue a Estados Unidos a «refundar el capitalismo» junto a Sarkozy, Bush, Berlusconi, Merkel y algún otro –sólo queda Merkel–. El nuestro parecía tomarse en serio el reclamo publicitario de la refundación capitalista, aunque lo que les salió se parece bastante a lo de antes.

Cuando Sánchez se hizo presente en nuestras vidas abogaba ya «por cambiar el modelo económico»: quizás no se había enterado de que Zapatero había refundado el capitalismo. Por entonces identificaba la remodelación con abolir la reforma laboral, más empleo juvenil y otros lugares comunes. Eso fue en 2015 y en 2018 se hablaba también de cambiar el modelo energético.

En plena catástrofe económica arrecian los anuncios de cambios de modelo productivo, un comodín retórico. Esta vez contamos con novedosas aportaciones intelectuales. Las representa la cátedra extraordinaria para la Transformación Social Competitiva que nace ahora. Se dedicará a «pensar nuevos modelos que permitan resetear el capitalismo, que es un modelo que va a cambiar» y la dirigirá la esposa del presidente de Gobierno. Todo queda en casa.

Vamos por el buen camino, por tanto: resetear al capitalismo y cambiar el modelo. Estamos salvados.

Para eso están los fondos que van a llegar de la UE: al decir del gobierno, nos van a transformar el modelo productivo. Miedo da, si no cambian los criterios y forma de gestionar. Habida cuenta la incompetencia que han demostrado Gobierno y autonomías al dirigirnos durante la pandemia cuesta verlos cambiando modelos sin que les salga un churro que nos lleve a añorar el viejo.

Lo que anticipan suena críptico. Se van a gastar la tela en proyectos de enunciado etéreo tipo transición ecológica y transformación digital, con ideas tales como rehabilitar miles de kilómetros de ríos y llegar a cinco millones de coches eléctricos...

Uno se imagina a nuestros gobiernos otorgando subvenciones para limpiar ríos y comprar electrocoches, iniciativas loables aunque cuesta ver que sean la regeneración.

Entran las dudas. ¿En vez de cambiar el modelo productivo no sería mejor salvar lo que se pueda del modelo anterior? Recuerden la máxima ignaciana: no hacer mudanzas en tiempos de tribulación.