Unas calabazas
La Zaranda ·
Nos rodean joyas artísticas que estos días podríamos leer o visitar, pero una de las característica de La Posmodernidad es la elevación y compartimento de la futilidad globalizadamanuel molina
Sábado, 2 de noviembre 2019, 23:31
Me retrotraigo hasta los egipcios y su sentido trascendental de interpretar y litigar con la muerte que les llevó a crear las pirámides o embalsamar ... gatos. Llego a los griegos y su manera espectacular de unir la muerte con el poder y el destino en el teatro. La catarsis como ejemplo de que era muy complicado para un simple humano luchar contra lo inevitable. Shakespeare aprendió bastante del tema y la muerte también adquiere tintes trágicos en la mayoría de sus personajes. Memorable ese 'Hamlet' ante la calavera de su querido bufón, Yorick, con la cruenta duda en niveles supremos. Sin embargo, mi paisano Séneca sosegó el concepto y en apariencia nos mostraba que lo comedido ayuda a sobrellevar nuestra fragilidad. Qué cruento destino para su finiquito ya que la teoría sufrió una imprevista práctica como fue la obligación del suicidio, tema tabú que poco a poco vamos descorriendo de los ocultos prejuicios sociales. Muerte malandante.
Uno de Alcalá, Juan Ruiz, arcipreste de Hita, nos dejó uno de los más grandes lamentos al morir su alcahueta, como el del pobre Pleberio, padre afligido en La Celestina, al perder su hija, o esa maravilla del poeta Miguel Hernández cuando pierde a su amigo Ramón Sijé. Esas imágenes de intentar arar la tierra para recuperar el cadáver conmueven hasta las almas de piedra. Y qué decir del alma derrotada de Antonio Machado al perder a su joven Leonor. Qué versos más trágicos aún desde la contención.
Y si de piedras se tratara, en tierras de Jaén encontramos dos construcciones con unos veinte siglos de diferencia pero ambas hitos mundiales. Por un lado, la tumba íbera de Peal con su estructura adintelada y sus hornacinas para las cenizas. La sencillez para el tránsito al otro lado. Y qué decir de nuestro Taj Mahal, la iglesia de El Salvador de Úbeda, que diseñara la privilegiada cabeza matemática de Andrés de Vandelvira. Siempre me paro a ver salir los muertos de las tumbas representados en la fachada.
Nos rodean joyas artísticas que estos días podríamos leer o visitar, pero una de las característica de La Posmodernidad es la elevación y compartimento de la futilidad globalizada. Existe la necesidad creada para dar apariencia de modernidad e integración sumándose a lo repetido que llega sin criba crítica. Hemos decidido ensalzar las calabazas, no por su rudeza práctica sino por la frágil argumentación de que los demás lo hacen y nos hemos entregado a un carnaval descafeinado y faltó de inventiva para comulgar socialmente.
En realidad no sabemos gestionar nuestra fecha de caducidad, que es una verdad inapelable, la más certera y en lugar de aprender nos ponemos un disfraz equivocados al interpretar aquello de 'carpe diem'. En fin, a disfrutar, no se trata de vivir acongojados, sino de intentar desde nuestro raciocinio ser un poquito más originales que acudir por una máscara a unos almacenes chinos y repetir una costumbre que la mayoría no sabe ni lo que es. Voy a tomarme unas gachas con tostones. Salud.
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