No sé si alegrarme o apenarme, la verdad se lo digo. Ayer abría IDEAL con lo que parecía una buena noticia. Vaya usted por Dios. « ... Alianza para sacar el Palacio de Congresos de la polémica y modernizar el edificio», rezaba el titular. Leías las páginas 2 y 3 y la cosa se confirmaba. Entendimiento entre Junta y Ayuntamiento, algo de mejor rollo con la concesionaria e inversión público-privada para sacarle el mayor rendimiento a una infraestructura clave en Granada. Ahora no sé qué hacer, la verdad. Escribir bien y en positivo, ya lo saben ustedes, vende poco. Cuando un tal Rogelio Velasco, consejero de Ciudadanos en la anterior Junta de Andalucía, amenazó con rescindir la concesión del Palacio, lo que habría desembocado en pleitos y cierre; nos despachamos a gusto. ¿Pero de qué escribo ahora que Marifrán Carazo y Paco Cuenca están a partir un piñón con el tema? Podría despachar esta columna diciendo que no me creo nada. Que no confío en tan buenos propósitos. Que seguro que el entendimiento no termina llegando a buen puerto. Que lo dudo mucho. Aderezar con noes, peros, dudas y sospechas un texto lo hace más verosímil, más cañero. También podría no escribir del tema, claro. Y buscar algún asunto feo y desagradable para comentar. ¿Será por malas noticias? Contenedores quemados, una fiestaca improvisada en plena calle con más de 300 asistentes que tuvo que ser disuelta por la policía, falta de espacio en una facultad que tiene que usar las salas de reuniones como aulas… No son temas baladíes, pero honestamente me parece que lo del Palacio de Congresos se lleva la palma. Aunque sea para bien. Así que he vuelto a leer la información y, poniéndome tiquismiquis, sí hay algo que me chirría: la necesidad compulsiva de Paco Cuenca de arrimar siempre el ascua a su sardina, concediendo una importancia desmedida a su intervención. La sobreactuación tiene sus riesgos.
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