El 'Cinefórum Tomás Moro' comienza el curso este sábado con la proyección y debate de la película 'Un Dios prohibido' (2013), dirigida por Pablo Moreno, ... de Contracorriente producciones. El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares, Javier Paredes Alonso, será el invitado para dirigir el coloquio. Como director del consejo editorial de San Román, acaba de promover este año una interesante triada de los testigos de la Guerra Civil española: 'Paloma en Madrid' de Alfonso de Ascanio; 'Profanación de la clausura femenina' de Jorge López Teulón; y 'La esperanza tiene un nombre' de Cristina Falk. Conocido popularmente por sus programas televisivos 'Marcando el Norte'; en numerosos libros de texto y en cientos de artículos periodísticos sobre historia. Lejos de rivalidades políticas, se pretende recordar los hechos históricos, para concluir con el triunfo del perdón –fruto del amor a Dios– sobre el odio que siembran las ideologías. Resulta conmovedora la historia del martirio de 51 misioneros claretianos de Barbastro (Huesca), retenidos en el salón de actos del colegio de los escolapios (una prisión-seminario). En aquel colegio calasancio –veinte años antes– recibió parte de su formación cristiana José María Escrivá de Balaguer; también la Primera Comunión por el Padre Manolé, de quien aprendió la oración de la Comunión espiritual. En Madrid –al comienzo de los treinta–, trabó una estrecha amistad con el linarense Padre Poveda, que murió mártir. Existen muchas coincidencias en el desarrollo de los acontecimientos en julio y agosto de 1936, entre la ciudad oscense y jienense. El ordinario de la diócesis (entonces 8.000 habitantes), don Florentino Asensio Barroso, fue uno de los trece obispos asesinados durante la contienda por las milicias revolucionarias anarquistas de la CNT-FAI de Durruti. El prelado sufrió torturas, le amputaron los testículos y le abandonaron cruelmente para que se desangrara, hasta que le remataron. La barbarie anticlerical se remonta a trece años, con el asesinato del cardenal Soldevila (arzobispo de Zaragoza) por el anarcosindicalista Ascaso. Lo sucedido en la 'Cívitas Barbastrensis' a los claretianos, recuerda lo acaecido al mismo tiempo con los del Santo Reino en la iglesia de la Merced; en Aragón se eliminó al 88% del clero: 549 sacerdotes y religiosos; en nuestra provincia 173.
El barbastrense Ceferino Giménez Maya, 'el Pelé', representa al primer laico de raza gitana (una manifestación de la llamada universal a la santidad) que sufrió entonces el martirio; beatificado en 1997 por Juan Pablo II (en 1992 beatificaría a los 51 claretianos), junto a su amigo el obispo. Un honrado tratante de ganado, de misa y comunión diaria, incansable catequista, que lo fusilaron por no renunciar al rezo del rosario. Para la mentalidad utilitarista actual, puede llegar a ser incomprensible que estos religiosos abrazaran el martirio; cuando los milicianos solo les exigían para salvar sus vidas apostatar de la fe, que consideraban el opio del pueblo. Entre ratos de oración y reuniones llegaron a la conclusión de que Dios estaba poniendo a prueba su fe. Así lo entendió un seminarista: «No podré ir a China, pero ofrezco mi sangre por aquellas misiones». Uno de los 40 mártires de Sebaste (Turquía), abandonó el lago helado en el momento de la prueba, pero un guardián se convirtió y ocupó su lugar. En Barbastro todos permanecieron 'fortes in fide'. A los Padres Masip y Pigem les propuso un miliciano liberarles, como agradecimiento a su hermana que le curó de una grave enfermedad; pero se mantuvieron fieles a Jesucristo. Tampoco claudicó el joven seminarista Casadevall, de quien se enamoró la miliciana Trini, 'la Pallaresa' (Elena Furiase), y le propuso abandonar su vocación. Esa fortaleza era prestada, porque asentir al martirio superaba con creces las solas fuerzas humanas; pero contaban con la gracia (Jesús Sacramentado), que recibían diariamente de forma clandestina: escondido en el bocadillo, entre el pan y el chocolate. Serían los dos seminaristas de nacionalidad argentina, Hall y Parussini, quienes vivirían para contar todo lo sucedido en la sede central de los claretianos en Roma; así como los testimonios en los lugares más inverosímiles. En el camión que les conducía al cementerio entonaban canciones de alegría; se despedían con una fe vibrante: ¡Adiós hermanos, hasta el Cielo! Habían meditado: «Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará» (Lc 9,24-25).
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión