Entre las bambalinas de la pandemia
julio grosso mesa
Lunes, 27 de abril 2020, 02:30
¿Aprenderemos algo de esta crisis? Dice un amigo que «ahora nos relacionamos más con nuestros hijos, ellos aprenden las tareas domésticas, nosotros a manejar ... la tecnología y todos nos quejamos mucho menos». Otro es menos optimista: «Nada cambiará, igual que en la crisis de 2008, volverán los recortes en educación y sanidad».
Un psiquiatra me asegura que «la humanidad carece de madurez como especie para enfrentarse contra la estrategia biológica del virus». Una periodista que es «buen momento para recordarle a nuestros gobiernos que los enfermeros son necesarios aquí, no en el extranjero, donde buscan trabajo». Y un reconocido escritor me escribe: «La gran fiesta de la insensatez y la frivolidad ha terminado».
Al margen de lo aprendido, conviene echar un vistazo detrás del escenario, mirar entre las bambalinas de la pandemia y pararnos en dos cuestiones fundamentales que han quedado ocultas bajo la montaña de datos, los titulares apocalípticos y los vídeos de balcones, hospitales y policías. Primero, alguien vio venir esta situación. Y segundo, la gestión de la crisis no ha sido transparente.
Esta pandemia estaba prevista. O al menos, imaginada. El microbiólogo Peter Piot, experto en ébola y VIH, y la Universidad Johns Hopkins, la primera dedicada a la investigación en EE UU, llevan años trabajando en escenarios muy similares a este. Su prestigiosa Escuela de Salud Pública, especializada en epidemias y catástrofes naturales, organiza simulaciones periódicamente. La última tuvo lugar solo dos meses antes de identificarse al paciente cero de Wuhan.
El Event 201 reunió en Nueva York, en octubre de 2019, a un potente panel de epidemiólogos de primer nivel, incluidos los chinos, y a representantes de Naciones Unidas, Foro Económico Mundial y grandes multinacionales, como Johnson & Johnson. El ejercicio simulaba un brote de un nuevo coronavirus, transmitido de murciélagos a cerdos y, luego, a personas.
La enfermedad comenzaba en granjas de Brasil de manera lenta, pero se propagaba rápidamente en grandes ciudades de China y América. El número de casos se duplicaba cada semana y las consecuencias económicas y sociales se volvían cada vez más graves. La pandemia terminaba a los 18 meses con el descubrimiento de una vacuna y dejaba detrás millones de muertos. Las recomendaciones del estudio fueron transmitidas a las autoridades sanitarias. ¿Casualidad?
Por otra parte, está el asunto de la transparencia. Muchos gobiernos del mundo –incluido el nuestro– han seguido una misma estrategia comunicativa: comparecencias de prensa diarias, retransmitidas en directo y centradas en el recuento de casos y muertos. Una especie de carrusel deportivo que solo ha servido para aumentar el miedo y ocultar algunas preguntas básicas: porqué no se escucharon las alertas de la OMS, ni se siguió el modelo de Corea, ni se protegió debidamente a mayores y sanitarios, ni se blindaron los aeropuertos. ¿Por qué no se ofrecen aún datos fiables?
Las crisis sanitarias necesitan gobiernos con gran capacidad de previsión, que informen con total claridad y sean especialmente resolutivos. Que trabajen seriamente en la gestión y planifiquen una salida. Sin perder la empatía. Una misión compleja, que no todos superan.
En esta pandemia los ciudadanos solo podemos quedarnos en casa. Alcanzado el límite de los 40 días de confinamiento, perdida ya la noción del tiempo, incluso el trabajo, millones de españoles nos hemos sabido adaptar a esta 'nueva vida', bajo arresto domiciliario y vigilancia policial. Un enorme esfuerzo colectivo, y solidario, para frenar una catástrofe de hasta 900 muertos diarios. Un 11-S cada tres días.
Hay todavía demasiadas sombras detrás del escenario. Algunas nunca las conoceremos. Pero, algo hemos aprendido ya: estamos dispuestos a todo por salvar vidas. Y también, por volver a tomarnos una cerveza en un bar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión