El balido del rebaño
Puerta Real ·
Hemos perdido el rumbo y en el último round nos ha ganado Irlanda por uno a ceroEsteban de las Heras
Sábado, 11 de julio 2020, 23:28
No sé cuándo perdimos el rumbo. Pudo ser la noche en que el comentarista gastronómico de IDEAL, Pablo Amate, hizo una sangría con champán francés ... y Vega Sicilia, o quizás la mañana que vimos al rey Juan Carlos con el elefante de Botsuana, o más bien cuando el propietario de la dacha de Galapagar dio a Sánchez aquel abrazo teatral, que acabó con la grima que al presidente le producía el acercamiento a su actual edecán. Para entonces ya íbamos cuesta abajo en la rodada, del tango de Gardel. Hay otras muchas teorías sobre esta pérdida del rumbo y entontecimiento generalizado de la plebe, que se pasea sumisa y dócil con su mascarilla y su canesú. No van descaminados los que culpan al Ministerio del Tiempo de la marejada de apollardaos que nos rodea. Si hurgamos más a fondo y más atrás vemos que la pérdida de brújula pudo ocurrir la mañana en que Zapatero, mirándose al espejo, vio su enorme parecido con míster Bean y decidió imitarlo, o cuando Soraya, la 'vice' de Rajoy se tomó a coña lo del independentismo de Cataluña.
El caso es que llevamos tiempo cociéndonos en un magma de zopencos sin criterio, a quienes se la meten doblada y no se enteran, y gobernados por individuos e 'individuas' que no tienen muy buen cartel en Europa. En el último round nos ha ganado Irlanda por uno a cero. Sería interesante conocer cómo gestionaron la pandemia uno y otro país y como han enfocado la reconstrucción económica. Porque ahí está la clave de la derrota de Nadia Calviño. Ante tanto revés, uno añora los veranos en que lo importante era seguir las sugerencias de Amate. Todavía se me saltan las lágrimas al recordar aquellos inefables boquerones en vinagre maridados con higos isabeles, que nos recomendó a mediados de un aburrido agosto, sin virus y sin anisakis. Pero ahora, cuando ya vivimos en el planeta de los simios, no hay higo ni boquerón que valga.
Julio siempre ha sido un mes de fuego, sangre y guillotina. Con estas calores perdemos neuronas y nos amputan el criterio, aunque pocos lo perciben. Este mes puedes oír a Iñigo Urcullu afirmando en perfecto castellano que él no es español, o escuchar a Iglesias pidiendo, con la anuencia de Sánchez, que el Emérito vaya haciendo las maletas. Se nota a la legua que también le gustaría ver a Felipe VI marchando hacia Cartagena, como su bisabuelo. Ítem más: el de la dacha quiere pasar por el cernedor a los periodistas que no practiquen el 'sí, bwana'. Lo jodido de todo esto es que el deber de obediencia ha calado tanto en esta grey, ayer tan altanera y hoy tan mansa, que uno se acojona ante el mangoneo que puede hacer el 'vice' podemita si tenemos otro confinamiento. La gente, apocada por el miedo al bicho, no quiere percibir que, en esa tesitura, el BOE volverá a cargarse con otra tanda de decretos-leyes hasta dejarnos trasconejados. Esto no es el cambio climático con el que nos entretenían otros veranos. El cambio que se avecina lo preparan los zapadores que están minando el Estado de Derecho, pero nadie se cosca. O si se entera, se hace el sueco. Hemos salido tan buenos de la pandemia, que ya balamos mejor que las ovejas.
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