Dos balas
Huesos de aceituna ·
Llamamiento a la derecha democrática, que ha contribuido a que la ciudadanía de este país haya convivido y prosperado de manera tan exitosa durante el último casi medio sigloJosé Luis González
Jaén
Viernes, 23 de abril 2021, 23:34
Tienes diez días para dimitir. El tiempo de reírte de nosotros se ha terminado. Policía Nacional. Guardia Civil. El tiempo lo tienes en contra para ... los taponazos». Este es el tenor de la carta que recibió el jueves pasado el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que iba acompañada de dos balas de fusil de asalto, según recoge la denuncia presentada por este en la Dirección General de la Policía Nacional. En términos parecidos se expresaban otras dos misivas que recibieron el candidato de Unidas Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias, y la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, que también iban acompañadas de un par de proyectiles.
En mi opinión, desde aquellas amenazas de las que se valía la extinta ETA para amedrentar a los posibles objetivos de su deriva asesina o para extorsionar a los empresarios vascos, no había ocurrido nada igual. Y no es casualidad. En España campan hoy a sus anchas grupos de extrema derecha que cada vez son más osados en sus actividades antisistema, respaldados desde el ámbito político y, por qué no decirlo, desde una creciente porción de la sociedad. No tienen más que darse una vuelta por los pasillos y los andenes de Metro de Madrid para 'disfrutar' de la cartelería racista, xenófoba y mentirosa del grupo político liderado por el Cid de baratillo y su Jimena 'pija', protagonistas también las pasadas semanas de las muy deliberadas provocaciones a la ciudadanía más desprotegida y apaleada de Madrid por mor de las sucesivas crisis económicas. En esta estrategia se puede encuadrar el mitin perpetrado en la emblemática Plaza Roja de Vallecas, cuyo violento resultado tan solo puede ser achacable a la cobarde actitud de sus organizadores. Y es que, en pleno griterío, cayeron en la cuenta de que sólo podrían lograr lo que buscaban –los graves altercados que finalmente se produjeron– bajando del atril y acercándose cuanto fuera posible a quienes allí se encontraban, la mayoría tan solo para descalificar de palabra la maledicencia y la oscuridad antidemocrática que preñaba aquel acto.
Pero aquí estamos. Las amenazas de muerte recibidas por estos responsables políticos de la izquierda –representantes de toda la izquierda–, en las que, además, se menciona de manera explícita a la Guardia Civil y a la Policía Nacional, son un asunto de primera magnitud para el futuro de nuestra Democracia y nuestro Estado Social y de Derecho. Digo esto porque desactivar esta arma de destrucción masiva que es la extrema derecha está todavía en manos de los españoles y la españolas. Si no hacemos uso de nuestra indudable fuerza electoral nunca podremos aducir que no estábamos advertidos, viviendo como vivimos en esta sociedad de la sobreinformación; ni siquiera podremos excusarnos en la ignorancia de nuestro pasado más reciente, porque ese sí sería un motivo de vergüenza colectiva para una ciudadanía que, por fortuna, debería ser la más formada de la historia.
También, como decía, queda de manifiesto con estos hechos la urgencia de que el ejército y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se desmarquen de manera clara y explícita del populismo extremista. Dado que además entre los amenazados se encuentra la máxima responsable política de una de estas instituciones plenamente democráticas. Ya está bien de usar los grupos de Whatsapp –integrados por grupúsculos de funcionarios que manifiestan su infinita torpeza al airear sus contenidos– o los perfiles en redes sociales para expresar opiniones que no les corresponden enfundados como están en sus uniformes. Es su responsabilidad con respecto a esta sociedad que aun, con razón, les tiene en muy buena estima.
Y, por último, querría lanzar desde este humilde rincón un llamamiento a la derecha democrática, que ha contribuido a que la ciudadanía de este país haya convivido y prosperado de manera tan exitosa durante el último casi medio siglo. Por favor, no gobiernen con la extrema derecha, con esa gente que representa –a los hechos me remito– lo peores instintos del ser humano: el racismo, la xenofobia, el machismo, la homofobia, el extremismo religioso… De ustedes depende que alguno de sus representantes no acabe, por ejemplo, en una consejería de Educación y Cultura. Que no decida sobre algo tan sensible como la educación de sus hijos e hijas. No lo duden, sería en estos días su mayor contribución a nuestro bienestar presente y futuro.
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