¿Por qué los árboles tienen tantas primaveras en su vida y las personas solo una?, se preguntaba José Luis Sampedro. Para este gran escritor, ... los seres humanos deberíamos vivir tantas veces como los árboles, que pasado un año malo echan nuevas hojas y vuelven a empezar. Qué bonita reflexión para alejarnos de lo sufrido en pandemia y comenzar de nuevo aunque sea en régimen de libertad condicional con respecto a las mascarillas.
La primavera estacional disuelve el invierno dulcemente. Por el contrario, el invierno monetario instalado ya en nuestras economías domésticas tiene pinta de convertirse en una estación permanente: tiesos hasta en verano. Contra este invierno económico, que es réplica de aquel crudísimo del 2008, no hay más receta que fomentar la sonrisa en forma de dientes 'pantojianos', que es la sonrisa indestructible. Nunca perdamos la disposición a sonreír aunque sea con los ojos y detrás de un bozal, y no te olvides de echar a la Bonoloto por si la sonrisa falla. Y hablando de bozales, quiero confesarte que mis allegados dicen que la mascarilla favorece mi cara (tapadita mucho mejor, dónde va a parar), porque oculta mis puntitos negros y algún que otro defecto de fábrica.
Siguiendo con este estacional baile de mascarillas, parece que el idilio inicial de Moreno Bonilla y Espadas fue solo un fugaz amor de verano, por compromiso y por el qué dirán los medios.
Más me preocupa la primavera política que nunca llega a la Plaza del Carmen. ¿Existe alguna posibilidad de que algún día la oposición le regale flores al alcalde de turno? Si, claro que la hay, el día que el alcalde de turno diga que es alérgico a las flores. ¿Y a qué estación corresponde el despliegue diario de alergias ideológicas a la derecha y a la izquierda que se respira en la política granadina, proyección malafollá de la nacional? Puede que al otoño, porque algunos discursos ya huelen a marchito y a flores secas.
Primavera será cuando florezca el sentido común. Mientras tanto, silbemos aquella canción de Manhattan Transfer que decía: «Primavera, la espera. Verano, la mano. Otoño, un retoño. Invierno, un infierno. Eso es el amor, sí señor». El amor, sí señor, y también la pandemia, la economía y la política. Mal momento para dejar las mascarillas, justo ahora cuando las vamos a necesitar para combatir las alergias. La vida del granadino es una pura batalla.
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