Auschwitz
Ad Líbitum ·
javier pereda pereda
Jueves, 30 de enero 2020, 22:00
La conmemoración del 75.º aniversario (27 de enero) de la liberación de los campos de concentración de Auschwitz nos invita a una serena reflexión. ... En territorio polaco ocupado por la Alemania nazi durante la segunda Guerra Mundial, y cerca de Cracovia, se encuentra este complejo formado por distintos centros de exterminio. En la entrada del campo de Auschwitz-Birkenau, además del cínico 'Arbeit macht frei' (El trabajo os hace libres), puede leerse una placa conmemorativa: «Por siempre deja que este lugar sea un llanto de desamparo, una advertencia a la humanidad, en donde los nazis asesinaron alrededor de un millón y medio (los judíos estiman seis millones) de hombres, mujeres y niños, en su mayoría judíos de distintos países de Europa» (1940-1945). La advertencia que se realiza a la humanidad es que los hechos acecidos en este lugar de indignidad no caigan en el olvido, porque, en frase de George Santayana: «Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla». La locura de la ideología xenófoba nazi contra los más débiles, para purificar la raza, tuvo su reconocimiento democrático en la Alemania del III Reich; cabe, por tanto, el reproche a aquellas élites cómplices del genocidio. Según el historiador francés, Bernard Bruneteau, «el régimen nazi más que un 'Estado racial' era un 'Estado biopolítico', que convertía la preocupación por la vida en el objetivo eugenésico para mejorar la raza». Se trataba de una cosmovisión cuyo origen se encontraba en el darwinismo decimonónico, que llevó a las leyes nazis a perseguir el tabaco y el alcohol; al fomento de la vida sana y el deporte…; hasta el extremo de eliminar a los seres humanos que contaminan la raza, ya fuesen minusválidos, judíos o esclavos. De ahí que en expresión de Hitler: «Un pueblo que se desembaraza de sus judíos, vuelve al orden natural».
Pero no sólo fueron los judíos, sino también los gitanos, los polacos, los disidentes políticos, los comunistas, los homosexuales, los Testigos de Jehová, los católicos… Entre éstos habría que destacar el testimonio de san Juan Pablo II, que padeció personalmente tanto el nazismo como el comunismo: «Auschwitz es el lugar que nos muestra hasta qué punto el hombre puede ser o convertirse en malvado. Sin embargo, no podemos permanecer aplastados por esta terrible impresión, sino que es necesario mirar con los ojos de la fe, como hizo Maximiliano Kolbe». La conmovedora historia de este sacerdote franciscano nos muestra la victoria sobre el odio en nombre del amor; el hombre es capaz de las mayores errores y horrores, pero también de las mayores gestas de amor. El 'SS' (Schutzstaffel) Karl Fritzsch, encargado de Auschwitz, estableció que la fugaba de un preso se castigaría condenando a morir de hambre en el búnker a diez personas. Se fugó un preso y se ejecutó la represalia. Fue elegido el sargento Franciszek Gajowniczek que al salir de la fila imploró clemencia: «He perdido a mi mujer y ahora se quedarán huérfanos mis hijos». Entonces, Kolbe dio un paso adelante y pidió al oficial ocupar el lugar de ese hombre. En el búnker siempre le encontraron cantando y rezando el rosario de rodillas. Después de dos semanas murieron todos menos él, al que le administraron una inyección letal. Fue canonizado por el Papa polaco en 1989, y lo declaró mártir por la caridad.
Otro prisionero conocido de Auschwitz es la judía, filósofa y religiosa Edith Stein, proclamada por el Papa eslavo santa, mártir y copatrona de Europa: «una hija de Israel, que durante las persecuciones de los nazis permaneció unida en la fe y el amor al Señor Crucificado, Jesucristo, como católica, y con su pueblo como judía»; quizás influyera en la encíclica 'Mit brennender Sorge' (Con viva preocupación) de Pio XI, sobre la situación de la Iglesia en el Reich alemán. Uno de los prisioneros que vivieron para contarlo fue el psiquiatra vienés de religión judía, Viktor Frankl, que en su 'best seller' de lectura recomendada 'El hombre en busca de sentido' (Ed. Herder) escribía: «Hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la raza de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. ¿Qué es en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero, asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración». En una reciente exposición sobre el Holocausto, 'Shoah' (La Catástrofe) o 'solución final' titulada «No hace mucho. No muy lejos», pretendía, con Primo Levi, que si negamos Auschwitz, se volvería hacer. Corremos el riesgo, como le sucedió a la avanzada democracia de la Alemania nazi, de estar centrados en nosotros mismo, en el relativismo hedonista, que en expresión acuñada por la alemana de origen judío Hannah Arendt, en su libro «Eichmann en Jerusalén», nos aboque a la «banalizacion del mal». Los datos son escalofriantes: se practican cada año 70 millones de abortos en el mundo; en Estados Unidos, desde que se dictó la sentencia 'Roe vs Wade', se ha cercenado la vida de más de 61 millones de bebés; en España, desde que se aprobó la ley del aborto de 1985, no han visto la luz 2,3 millones de niños. Como denunciara el poeta Miguel d'Ors, con la aceptación social del aborto se repite el horror de los campos de exterminio con los seres más indefensos, porque «cada útero es un Auschwitz».
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