Arrimadas: fuese y no hubo nada
PUERTA REAL ·
Arrimadas ha perdido irremediablemente esa imagen de estadista que nos había dado una cierta tranquilidad sobre el porvenir catalán y ha convertido su responsabilidad en una performanceCon la mañana de domingo vestida de azul en un día de febrero, se nos fue a Waterloo Inés Arrimadas, la sonrisa perfecta del centro- ... derecha del IBEX'35 que representa Ciudadanos, a la puerta de la casa de Puigdemont (tan lejos, ay, y a la vez tan cerca) para contarle desde quince metros al expresidente que la república catalana no existe. Acudió doña Inés a hacerse una foto desafortunada y peripatética con la puerta abierta del huido don Carles de fondo, demostrando que, a veces, la ambición desaforada puede destrozar una estrategia serena y equilibrada y ayudar a dar carta de naturaleza a lo que no lo tiene.
Venimos asistiendo en las últimas semanas al juicio a los responsables del procés, los doce personajes oscuros que han sido capaces de fragmentar Cataluña en dos partes casi simétricas. Es evidente que el teatro, esa comicidad casi trágica que representan de Junqueras a los Jordis, pasando por Forcadell, es imprescindible que se comprenda en Europa, pero que se entienda como lo que es: la falsificación de la realidad para encubrir cuarenta años de corrupción, una huida hacia un barranco de destrucción intentando ocultar que lo han perdido todo. Y dar respuesta eso no se consigue al estilo del valentón cervantino, aquel que mostraba su chulería admirando el fachoso túmulo a Felipe II en Sevilla. Se hace acudiendo a los foros políticos a explicar la verdad de los hechos y guardando silencio mediático mientras la justicia cumple su cometido. Arrimadas ha perdido irremediablemente esa imagen de estadista que nos había dado una cierta tranquilidad sobre el porvenir catalán y ha convertido su responsabilidad en una performance. Lo cual que, aparte de haber abandonado el liderazgo de Ciudadanos en el parlament para venirse a Madrid dejando una sensación de descabezamiento en un momento clave, ha hecho ostentación de una imprudencia temeraria que ha dado como resultado, además, que se la sancione por organizar un acto en un barrio residencial sin autorización.
Vivimos, es evidente, en un momento en que los políticos, ya sean locales, regionales o nacionales, venden su alma por un minuto de protagonismo en prensa. Nadie, casi nadie, se acomoda a su estado, al débito adquirido con los ciudadanos que lo han votado para cumplir con una obligación. No quedan ya personas de palabra, dirigentes de nivel, gestores con habilidad para revelar que no vivimos en aquella Rue del Percebe del maestro Ibáñez. Inés Arrimadas es otra decepción más, la penúltima certificación que esta nueva clase política tiene fachada pero también una incapacidad manifiesta para estar a la altura de las circunstancias que demanda la España del presente. Y eso es grave porque ella, como Rivera, Casado, Iglesias o Pedro Sánchez representan el porvenir de la pluralidad democrática que tiene que mostrar su lucidez en los momentos clave y no sus bajos instintos y su torpeza infinita. De ellos se esperaba que fuesen los dignos sucesores de un Suárez, de un Felipe González, de un Pablo Anguita o de Tierno Galván aplicados a nuestra generación y circunstancias. Pero nos hemos encontrado con una panda de niñatos malcriados que no ven compromiso más allá de ellos mismos y su avaricia de poder. Por eso, o se dan una bofetada de realidad urgentemente o, el 28-A, ellos harán el ridículo y España estará un poco más cerca del precipicio.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión