La materia del espíritu
Armando Segura
Martes, 8 de octubre 2024, 23:24
Las estructuras son obra humana pero las propias de la Naturaleza, no lo son. El juego entre hombre y Naturaleza se llama Historia. No todos ... los pueblos tienen historia. Muchas naciones de África y Asia son confederaciones de tribus en conflicto interno permanente.
¿Qué es lo que hace que estemos en un país desarrollado y no en un país medieval o neolítico? El materialismo piensa que las sociedades evolucionan ellas solas como si tuvieran un turbo anónimo en su espalda. Argumentan que son las desigualdades las que, al no poder sostener la contradicción, las superan, alcanzando mayores índices de estabilidad y progreso.
Hay tres modelos de estados modernos y progresivos: Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, que ofrecen tres formas de civilización que acaban resultando estructuras que alcanzan «el mayor bienestar para el mayor número».
No hablo de intenciones o ideologías sino de hechos consumados. La libertad económica, política y la competencia de todos con todos han formado a los Estados Unidos. Una vez independientes de los ingleses, no sin violencia, adquieren una conciencia imperial que les da unidad y sentido. Los indios, primero, los mejicanos luego y los españoles de Cuba y Filipinas fueron cayendo ante ese apetito insaciable.
La guerra de Secesión fue un modo peculiar de acabar con el Antiguo Régimen que como en Europa tiene un profundo sentido económico: liberar los esclavos para 'colocarlos' en las fábricas del Norte.
En España los jornaleros andaluces fueron liberados por la Desamortización para forzar la emigración a las fábricas de Cataluña. Los confederados del sur, en algún sentido guardaban analogía con nuestros carlistas del norte.
Gran Bretaña alcanzó la Modernidad a través de las luchas del rey contra los nobles y la Iglesia. El liberalismo y la revolución industrial llevó a la fusión de la nobleza con la burguesía por medio de matrimonios mixtos que facilitaron el cambio después de la Revolución de 1688: un tipo de estado de transición entre medievalismo y modernidad que llegó hasta nuestros días. Francia tomó la vía más rápida: la ocupación de las tierras de los nobles, la guillotina y a la postre, la formación de un capitalismo en donde como en todas partes, los jornaleros rurales pasan a ser obreros fabriles.
Todos parecen exactamente iguales ante la ley, pero no en sus cuentas corrientes ni en la cesta de la compra.
En el resto del mundo, en el Sahel, en Oriente Medio, en Siberia, en el Sudeste asiático, el progreso, si lo hubiere, se hace a costa de la libertad: Capitalismo de Estado o Capitalismo de jeques, etc.
La pregunta de por qué hay tres o cuatro mundos tan diferentes, tan desiguales y sobre todo tan estáticos, merece respuesta. Pienso que la raíz profunda de los cambios es crear un espacio geopolítico en el que cada individuo ejerza su libertad e iniciativa. Sin libertad no hay progreso y sin espíritu no hay libertad.
Por 'esprit' no entiendo el refinamiento de los salones y la Corte, como pensaba Voltaire sino la fuerza de voluntad de una persona bien formada que está dispuesta a luchar por su vida. Este espíritu de lucha en un marco de libre competencia, encontró en Europa el contrapeso justo, gracias al movimiento obrero que convierte la 'fuerza de trabajo' en persona, sujeto de derechos y deberes. Esta situación de equilibrio, que nos ha dado casi un siglo de paz y bienestar, toma su raíz del concepto cristiano de libertad y de valoración del mérito personal. A lo que añadimos la convicción basada en el Evangelio de que el otro merece el mismo respeto que yo mismo.
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