El precio injusto
Antonio Mesamadero
Lunes, 11 de septiembre 2023, 23:09
La televisión padece un sobrepeso de anuncios destinados a la pérdida de kilos sin que se te descuelgue la sonrisa. Con mayor o menor delicadeza, ... la mayoría vienen a decir que la grasa mata y los kilos rematan. La triste realidad es que la primera causa de mortalidad en el planeta no es el exceso, sino la falta de grasa en el cuerpo: el hambre. Estos anuncios reflejan de qué embutido espiritual estamos hechos los humanos, porque mientras en Occidente nos obsesionamos con los michelines, en otros lugares del mundo tienen que ponerse un neumático en la cintura para que no se los lleve el viento.
Que esos centímetros de más en la «tripita» son un obstáculo hacia la felicidad, nadie lo duda; pero que no cunda el pánico, porque a este paso la inflación va a resolver el problema de un plumazo. Como todo siga subiendo a este ritmo tan «sabrosón», el cuerpo se nos va a quedar tan ligero como una pluma.
La cesta de la compra es la prueba del algodón de cómo está la economía y de que comer bien es un lujo al alcance de muy pocos. El otro día en el súper, un señorito pasaba por caja un arsenal de botellitas de licores, agua mineral en envase de cristal, tabla de ibéricos y otras formas supremas de convertir al estómago en el niño mimado del organismo. Detrás de él, una abuela llevaba en la mano su querida pechuga de pavo «El Pozo» de un euro y una pistola de pan. La pobre, contaba las monedillas con cara de haberse salido del presupuesto.
Quien come lo que apetece tres veces al día pertenece a esa privilegiada realeza granaína que puede yantar «de cojón de mico» sin preocuparse por la inflación, la deflación, la estanflación o la deflagración de la economía. Un individuo así debe agradecer de rodillas a la deidad la buena suerte que ha tenido en este ruinoso casino llamado «vida», donde casi todo el mundo pierde, y el que no, es porque hace trampa.
El olivo es nuestro árbol de la vida. En épocas de crisis económicas, los hogares se salvaban porque mientras hubiera patatas, pan, aceite de oliva y cuatro huevos, la cosa no estaba perdida, no se pasaba hambre. Hoy estos productos son un lujo para las clases modestas, qué vergüenza de país. Pero hazme caso, si quieres quemar calorías como si fueras un tren de vapor, no elimines la grasa de tu vida. Sólo tienes que bajar al súper y mirar fijamente el precio de una botella de aceite de oliva durante unos minutos. Lo quemarás todo.
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