Un mundo difícil
Antonio Mesamadero
Lunes, 8 de abril 2024, 23:13
Leibniz dijo un día que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Muy bonito, pero cómo se nota que era filósofo y no un ... pequeño comerciante granadino, cuyo único mundo posible es la crisis permanente y un goteo de tributos en forma de gota malaya.
La esclavitud cambia de forma, pero su esencia sigue intacta. 'Pequeño comerciante' es un eufemismo de autoesclavitud y una forma de trabajar que hubiera indignado al mismísimo Kunta Kinte. Regentar un pequeño comercio es arrastrar el yugo de un nanosueldo sin pagas extras, sin descansos, sin vacaciones… y sin saber si va a tener que cerrar el día menos pensado. En definitiva, la manera de currar que más se aproxima a las condiciones laborales que regían en los campos de algodón de Alabama durante la América colonial.
Dicho esto, es preferible ser autoesclavo a ser explotado por un negrero. Al negrero las personas le son indiferentes, solo le importa el beneficio que saca de ellas, que suele ser todo a cambio de casi nada de sueldo. Esta historia es tan ancestral como el género humano, que es capaz de las cosas más nobles siempre que no se le cruce el dinero de por medio. Entonces ya no conoce ni a su padre. Es más, si se le presenta la oportunidad, también explotará laboralmente a su padre.
Y es que la cosa viene de antiguo. El mismo Karl Marx pensaba que su época adolecía de esclavitud moral, social, física e intelectual. La pregunta es, ¿qué diría 'Karlitos' de la vida y milagros para sobrevivir del comercio minorista granadino? Probablemente nada, porque no encontraría las palabras.
Rodeado de dificultades y víctima de un desangrado fino de impuestos, las oportunidades que tiene un pequeño comerciante de ganar algo de dinero son como los autobuses, siempre vienen tarde… o nunca.
Las grandes superficies tienen una sucursal (o varias) en cada ciudad de España. En cambio, la tienda pequeña, la tienda amiga, es una joya autóctona única que cuando desaparece arrastra consigo un pedazo de nuestra historia personal. La calle donde estaba ubicada se vuelve extraña sin ella.
Epílogo: Leibniz nunca tuvo que enfrentarse al reto filosófico de hacer rentable un establecimiento de chuches. Vivimos en el peor de los mundos posibles para montar un pequeño negocio.
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